How Can I Change?/United With Christ/es
From Gospel Translations
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Lo que yo necesitaba era una experiencia con Dios. Y eso es exactamente lo que recibí.
Conocí a una familia cristiana cuya vida llena de gozo hizo una tremenda impresión en mí. Hablaban de Jesús como si estuviera presente allí mismo, y se comportaban como si su vida hiciera una verdadera diferencia para ellos. Al principio pensé que eso era original. Pero luego sentí curiosidad. Me atrajo la calidad de su vida. Y cuando me explicaron que no siempre había sido así para ellos sino que Jesús había cambiado su vida, comencé a desear que lo mismo sucediera conmigo
Al decir “vida cambiada” me refiero a la diferencia que Jesucristo hace en la manera, los hábitos, y la cosmovisión de la persona, hasta en el mismo centro de su naturaleza. Esta familia era prueba sólida de que Dios sí hace una diferencia. Y cuando yo nací de nuevo y mi vida comenzó a cambiar, también concluí que Jesús vive.
Pero también aprendí que el cambio tiene que ver con algo más que una sola experiencia. Es necesario que entendamos cómo es que sucede ese cambio, por qué sucede, y quién hace que suceda. La Escritura trata directamente con esos asuntos. Aquí es donde vamos si queremos crecer.
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Una Carta a Roma
¿Cómo vencemos el pecado y vivimos victoriosamente en Cristo? Los cristianos en todo lugar buscan respuestas a esta pregunta...muchos de ellos en los lugares equivocados. Como se podría esperar, Dios ha dado la respuesta en su Palabra. El sexto capítulo de la epístola de Pablo a la iglesia en Roma ha sido reconocido desde hace mucho tiempo por su esencial contribución a la doctrina de la santificación. En este capítulo encontramos a Pablo arguyendo a favor de un correcto entendimiento de lo que significa vivir como cristiano. Pero sería un error tratar de descubrir el significado que Pablo da en Romanos 6 sin tomar en cuenta su contexto, así que un breve repaso de esta epístola está en orden.
Romanos, más que ninguna de las otras epístolas de Pablo, sistemáticamente expone la doctrina de la salvación. Luego de algunas expresiones de introducción, él suelta una dura condena de toda la raza humana, mostrando que todos somos culpables como pecadores ante Dios. Luego explica cómo es que Dios justifica a esos pecadores por medio de la fe en Jesucristo. Esto es lo esencial en los primeros cuatro capítulos.
En el capítulo 5 Pablo comienza a hablar de la paz y seguridad que nos vienen como resultado directo de la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Ahora tenemos paz con Dios y podemos regocijarnos en la esperanza de la gloria de Dios. Hasta podemos regocijarnos en las tribulaciones que nos vienen porque desarrollan nuestro carácter y producen esperanza. El amor de Dios nos ha sido derramado a través del Espíritu Santo. Y siendo que estas grandes cosas fueron hechas por nosotros cuando éramos sus enemigos, podemos estar más que seguros de la continua gracia de Dios ahora que somos sus amigos.
En la última parte del capítulo 5, Pablo bosqueja una comparación y un contraste entre Jesús y Adán, mostrando que el sacrificio de Cristo más que compensa por la miseria causada por el pecado de Adán. Termina el capítulo con estos dos versículos:
En lo que atañe la ley, ésta intervino para que aumentara la transgresión. Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, a fin de que, así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor (Ro 5:20-21).
A Pablo le gustaría seguir describiendo las bendiciones de la justificación, pero hace una pausa, dándose cuenta de que la última frase fácilmente podría malinterpretarse. Por tanto comienza el capítulo 6 con un asalto frontal contra los que tratarían de torcer su significado:[1] “¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?” (Ro 6:2).
— Pablo el Apóstol (Romanos 6:1-2)
Cuando se predica correctamente, el evangelio de la gracia siempre estará expuesto a la acusación de que promueve la infracción de la ley. Dondequiera que iba Pablo era acosado por oponentes que lo acusaban de enseñar que, siendo que estaban perdonados, no importaba cómo vivieran. Así era como distorsionaban su razonamiento: “Si Dios perdona libremente por gracia (lo que sí hace) y si es verdad que la gracia de Dios se magnifica en el perdón del pecado (lo que así es), entonces ¿por qué no pecar más todavía para que fluya más gracia y Dios reciba más gloria?”
“Alto ahí”, dice Pablo. “Ustedes están pasando por alto algo fundamental. Por medio de este evangelio morimos al pecado. Y si ese es el caso, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?”
Pablo pasa el resto del capítulo 6 contrarrestando esta acusación de faltar en el cumplimiento a la ley, o antinomianismo. Al hacerlo así, no solamente responde a sus críticos sino que nos da algo de la enseñanza más rica que se encuentra en el Nuevo Testamento. Pues aquí descubrimos lo que significa estar unidos con Cristo, un lugar que radicalmente altera nuestra relación con el pecado.
¿Estuviste Ahí?
Todos podemos ver a individuos en el pasado que han influenciado nuestra vida: nuestros padres, un amigo especial, o quizás una buena maestra de primaria. Pero Jesucristo es diferente a cualquier otro. Es seguramente cierto que muchos que nunca han nacido de nuevo han sido influenciados por el ejemplo y la enseñanza de nuestro Señor, pero el Nuevo Testamento siempre ha sostenido que la verdadera fe en Jesucristo lleva a una relación mucho más penetrante e infinitamente más significante que la simple influencia moral. Pablo habla de que “estamos en Cristo” y que Cristo “está en nosotros”. Y las implicaciones de esta misteriosa unión son, sin ninguna exageración, asombrosas.
John R.W. Stott ha escrito,
El gran tema de Romanos 6, y en particular los versículos 1-11, es que la muerte y resurrección de Jesucristo no son sólo hechos históricos y doctrinas significantes, sino experiencias personales del creyente cristiano. Son sucesos en los que nosotros mismos hemos llegado a compartir. Todos los cristianos han sido unidos a Cristo en su muerte y resurrección. Además, si esto es cierto, es inconcebible que sigamos viviendo en pecado.[2]
❏Martin Luther King, Jr.: Líder en la lucha por los derechos civiles
❏Winston Churchill: Político británico
❏Thomas Edison: Prolífico inventor
❏Beverly Sills: Cantante de ópera
❏Michael Jordan: Leyenda del baloncesto
❏Madame Curie: Primera persona en ganar dos premios Nobel
❏Jesucristo: Creador, Salvador, y Señor¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada en él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que no siguiéramos siendo esclavos del pecado. (Ro 6:3-6)
Que nuestro Señor en realidad conquistó la muerte es una verdad abrumadora. Pero, tan admirable como es esto, es quizás más notable el hecho de que se nos considera estar unidos con Él en su muerte, sepultura, y resurrección. Pablo reitera esta verdad en otra epístola:
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. (Gá 2:20)
Nota las frases “con Cristo” y “en mí” en los pasajes anteriores. Indican nuestra unión con Jesucristo. Pablo usa el acto del bautismo para recordarnos estas verdades. Pero lo que está ansioso por demostrar no es el bautismo, sino la fe que lleva al bautismo. Es sobre esta fe que se basa nuestra presente unión con Cristo.
De modo que, ¿cuáles son las implicaciones de esta relación? De alguna manera estamos conectados con Jesucristo mismo. Y este es uno de esos casos en los que a quién uno conoce es mucho más importante que lo que uno sabe - una lección que yo aprendí en un café de Connecticut.
En 1974 Joyce, mi hermana menor, y yo visitábamos a nuestra anciana abuela en Bridgeport, Connecticut. Un día Joyce sugirió que cruzáramos la calle para ir al café y comprar unos sándwiches. Pero el vecindario de abuela se había deteriorado, y al nomás entrar vi que habíamos cometido un error. El lugar estaba repleto de adolescentes de dura y amenazadora apariencia. Todo se volvió silencio y todos los ojos se fijaron en nosotros - y nadie sonreía.
Varios pensamientos se cruzaron por mi mente. ¿Creerán que estamos invadiendo su territorio? ¿Serán lo suficientemente mayores como para saber que se pueden meter en un gran problema por asesinar?
— Lewis Smedes
Todavía me pongo nervioso al pensar en ello. Joyce, por el contrario, estaba tan fresca como una lechuga. Aunque atractiva y muy femenina, había pasado un par de años como directora en un campamento de adiestramiento del Cuerpo de trabajo en Montana donde obtuvo valiosa experiencia en cómo lidiar con delincuentes. Y en años futuros llegaría a prestar servicio como enfermera de salud pública en Alaska, a atravesar bastante del camino en la cordillera Appalachia, y a trabajar como enfermera de conmoción y trauma. (Estos son sólo los puntos sobresalientes.) Creo que se podría decir que carecía de todo miedo.
Pero yo no. Mientras estábamos ahí de pie, rodeados de inminente peligro, Joyce notó mi temor. Me dijo en un tono que yo juzgué demasiado fuerte, “¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo?” Yo no sentí ganas de contestar, por lo menos en ese momento. De alguna manera nos arreglamos para conseguir los sándwiches y salimos unos pocos minutos después sin ningún incidente. Ya seguros afuera, yo le dije a ella, “Joyce, esta es una parte peligrosa de la ciudad. Me alegro que estés conmigo. Necesito la protección." No es lo que uno sabe, sino a quién uno conoce lo que vale.
El Significado de Unión
Todos los cristianos-no sólo la élite espiritual-están unidos a Jesucristo. Si uno no está unido a Cristo, no es cristiano.[4]
❏“Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas” (Gn 28:15).
❏“Estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt 28:20).
❏“Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios...podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ro 8:38-39).
❏“Nunca te dejaré; jamás te abandonaré” (Heb 13:5).Nuestra unión con Cristo es una relación viviente que nos da la gracia para vencer el pecado y vivir vidas victoriosas. Jesús es el autor y consumador de nuestra fe, el capitán de nuestra salvación. Él es el pionero que ha ido delante de nosotros y hasta ha conquistado la muerte. Sinclair Ferguson lo describe como el alpinista principal de un equipo que escala el santo monte de Sión. Estamos amarrados a Él. Y es tan seguro que como Él ha triunfado, así triunfaremos nosotros.[5]
Esta relación también se puede ver en las metáforas que nuestro mismo Señor usa cuando dice, “Yo soy la vid y ustedes son las ramas” (Jn 15:5). Se nos dice que permanezcamos en Él, pues aparte de Él no podemos hacer nada. La Versión Reina Valera Revisada también hace resaltar esto: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la [semejanza] de su resurrección. . .” (Ro 6:5, RVR). Nuestra unión con Cristo es dinámica, no estática. Él nos ha injertado a una relación que crece.
Ya sea que nos sintamos unidos con Cristo o no es de secundaria importancia; el hecho es que lo estamos. Este es nuestro estado como creyentes. ¿Acaso un matrimonio deja de existir sólo porque los esposos sienten cierta distancia entre ellos? Claro que no. Permanecen legalmente unidos aun cuando su afecto se enfríe por un tiempo. Los sentimientos - o la falta de ellos - de ninguna manera ponen en peligro el hecho de nuestra unión con Jesús.
El matrimonio con frecuencia ofrece una bella analogía de nuestra unión con Cristo. En el matrimonio, dos personas se juntan para formar una nueva entidad, una unión. Retienen sus identidades individuales al mismo tiempo que emergen de una manera que es única y misteriosa. La mujer toma el nombre de su esposo, mostrando su sumisión a él. El esposo asume la responsabilidad por el apoyo y protección de su esposa. Tienen todos sus bienes y responsabilidades en común, y llevan anillos como simbólica evidencia de su especial relación.
Así es cuando nos casamos con Jesucristo. Aunque retenemos nuestra propia personalidad, nuestra naturaleza cambia dramáticamente cuando compartimos de la divina naturaleza. Ya no somos la misma persona que éramos antes. Pertenecemos a Cristo, habiendo tomado su nombre. Nos hemos identificado con Él, deseando ser conocidos como suyos, sin importar el costo. Traemos a la relación todos nuestros bienes y responsabilidades y así lo hace también Él. (¡Qué mal negocio, al parecer, para el Señor - Él recibe nuestro pecado y nosotros recibimos su justicia!) Y por último, el bautismo es el “anillo de boda” que dice al mundo que observa que pertenecemos a Cristo.
Nuestra unión con Cristo es una unión duradera y eterna. Jesús alentó a sus discípulos con la promesa, “Así ustedes estarán donde yo esté” (Jn 14:3). El significado claro es que un día gozaremos de la presencia física del Señor, así como ahora gozamos de su presencia espiritual.
Que el cristiano está unido a Jesucristo es un hecho claro. Pero exactamente cómo estamos unidos a Él es un asunto de profundo misterio. Sabemos que esto lo hace el Espíritu Santo. Cito a Lewis Smedes:
El Espíritu es el lazo viviente entre Él y nosotros. Él toma lo que es de Cristo y lo “baja” hasta nosotros. El Espíritu siempre es representado en términos personales. Él no es como un tubo por el que la materia llamada vida nos es derramada a nosotros que estamos al otro lado. Él siempre es un ser viviente, dinámico creador de vida; Él nos devuelve a nuestro sentido espiritual, nos abre los ojos a la realidad de Cristo, alimenta nuestra fe, nos disciplina, y sobre todo, nos injerta al Cristo viviente.[6]
No hemos sido eliminados de esta unión, sino que Cristo ha sido añadido. No hemos sido eliminados, sino que hemos sido cambiados por el Espíritu que ha tomado residencia dentro de nosotros. Además, no se nos ha entregado una guía ni se nos ha dicho que busquemos nuestro camino al cielo. Al contrario, se nos ha dado un Guía que nos acompañará hasta ahí personalmente.
¿Vamos a Persistir en el Pecado?
Como notamos anteriormente, Pablo contesta esta pregunta con una resonante negativa. No podemos persistir en el pecado, arguye él, porque “hemos muerto al pecado”. Desafortunadamente, esta frase ha sido sujeta a mala interpretación, a veces con catastróficos resultados.
Un popular maestro de la Biblia interpreta la declaración de Pablo como que el pecado ya no tiene ninguna influencia en el cristiano. Hace la pregunta: Si uno recostara a un muerto en la pared, luego desfilara ante él a un grupo de mujeres escasamente vestidas, ¿qué efecto tendría esto en él? Ningún efecto. ¿Por qué? Porque está muerto. El pecado ya no lo puede tentar.
Aunque ciertamente es muy atractiva, esta interpretación contradice la experiencia humana y rinde incompresible la multitud de advertencias bíblicas de evitar el pecado. Pablo nos insta a no rendir nuestro cuerpo al pecado (Ro 6:12-14), una admonición “totalmente innecesaria si hemos muerto al pecado de tal manera que ahora no respondemos a él.”[7]8 Los que creen que de cierto modo están más allá de ser tentados ignoran la advertencia del apóstol a los corintios: “Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer” (1Co 10:12).
Algunos han tratado de entender la frase de Pablo “hemos muerto al pecado” como un imperativo, un mandato, algo que el cristiano debe hacer. El próximo paso es insistir que todo cristiano tenga una experiencia de “muerte al pecado” o de “muerte a sí mismo”: “Necesita morir a sí mismo. Y si no ha sucedido, es necesario que lo considere que así es hasta que lo sea.”
— F.F. Bruce
Si vemos “morir al pecado” como algo que debemos hacer, nos dirigimos hacia serio desánimo...o algo peor. Yo creo que esta es la razón por la que muchos parecen caer tan de repente. (¿Recuerdas a mi amigo Greg?) Luchan para mantener una apariencia externa de victoria al mismo tiempo que por dentro su vida es una masa de frustración. Luego cuando por fin se les acaba la gasolina, no tienen esperanza para volver a tratar. Habiendo aportado su mejor esfuerzo, no ven cómo pueden posiblemente lograrlo.
Creo que Sinclair Ferguson tiene la interpretación más correcta de esta muerte al pecado. Él escribe, “Pablo no nos está diciendo que hagamos algo; él está analizando algo que ya ha tenido lugar”.[9]A pesar de nuestra continua vulnerabilidad ante la tentación del pecado, se pueden decir dos cosas con certeza de los que han sido unidos con Cristo:
Nosotros morimos a la paga (o culpa) del pecado.La Escritura dice claramente que “la paga del pecado es muerte” (Ro 6:23). La muerte es la paga del pecado. Pero la muerte de nuestro Señor eliminó la paga del pegado. Y porque estamos “en él”, nosotros también hemos muerto a la paga del pecado. Otra manera de decir esto es, “Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Ro 8:1).
Hemos muerto al reino del pecado. Como resultado de nuestra unión con Cristo en su muerte, ya no estamos obligados a pecar. ¡Esto es emocionante! No es que ya no podamos pecar sino que podemos no pecar. Pablo dice, “Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia” (Ro 6:14).
(Las respuestas están cabeza abajo en la parte inferior de esta página)
•Todo cristiano necesita tener una experiencia de “muerte a sí mismo”V F
•Un cristiano verdaderamente maduro ya no es tentado por el pecado V F
•El cristiano santificado no lucha con tentaciones mayores V F
•Porque estoy muerto “en Cristo” la paga del pecado no me puede hacer daño V FLa esclavitud es un tema prominente en Romanos 6, donde se presentan dos tipos muy diferentes de esclavitud. Antes de ser cristianos éramos esclavos del pecado. No teníamos otra opción aparte de pecar. Ahora que estamos en Cristo somos esclavos de Dios. La relación de amo/esclavo que teníamos con el pecado ha sido rota. Ahora Dios es nuestro amo. Por lo tanto es correcto decir, “No tengo que servir al pecado hoy. He sido puesto en libertad”. Pero la única persona que puede verdaderamente decir esto es la persona que es esclava de Dios.
Aunque hemos muerto con Cristo, la Escritura nos exhorta a dar “muerte a los malos hábitos del cuerpo” para que podamos vivir (Ro 8:13). Esperamos que el Apéndice B, que comienza en la página , ilumine este tema que tiene la posibilidad de confundir.
Lo Necesario Para Cambiar
Ya hemos dicho lo suficiente sobre el fundamento para la victoria. ¿Cómo funciona en la práctica?
Yo he tenido muchas oportunidades para confiar en estas verdades en mi propia vida y ministerio pastoral. En más de una ocasión, hombres que luchaban con fantasías sexuales me han pedido ayuda para renovar su mente. La lujuria es un asunto completamente antitético a toda la noción de la santidad. Los que luchan con ella se desesperan por ser liberados. Pero es muy raro que la ayuda duradera llegue inmediatamente.
Recuerdo a un hombre en sus treinta que demostró la actitud correcta hacia este problema. Su conciencia había sido despertada y vio su pecado bajo la luz de la santidad de Dios. Porque quería ser libre para glorificar a Dios, estaba muy motivado y dispuesto a hacer el trabajo necesario para crecer en santidad. Estos fueron los pensamientos que compartí con él de Romanos 6:
Saber la verdad. “Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado” (Ro 6:6).
Debemos primero saber para poder creer. El conocimiento espiritual precede a la fe. Yo le sugerí a este hombre que comenzara memorizándose el capítulo seis de Romanos. Pablo después declara que “la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz” (Ro 8:6). ¿Qué mejor manera de tener una mente espiritual que llenar la mente con la Escritura?
Es mucho más fácil seguir el ejemplo de Jesús de luchar contra la tentación con la Palabra de Dios cuando esa Palabra ha sido guardada en el corazón. “En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti” (Sal 119:11). Necesitamos tener la verdad en nuestro corazón y en la punta de la lengua. A medida que nos memorizamos la Escritura y meditamos en ella, seremos transformados de enclenques espirituales que se dan por vencidos ante la más mínima tentación, a guerreros espirituales que dicen, “Morimos al pecado; ¿cómo podemos vivir más en él?”
—D. Martyn Lloyd-Jones
Darlo por cierto. “En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios. De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Ro 6:10-11).
5 La lucha contra el pecado comienza en tu mente. Traza una línea conectando cada uno de los pensamientos destructivos abajo con el versículo que mejor lo refuta. | |
“Esta noche estoy solo...¿qué si alguien se mete a la casa?” | Fil 4:13 |
“Soy tan feo y gordo - de nada sirve seguir con la dieta.” | 1Co 10:13 |
“Simplemente no me atrevo a hablar de Jesucristo a mi jefe.” | 2Ti 1:7 |
“Nunca podré mantener mi virginidad.” | Mt 19:26 |
“¿Cómo puedo perdonarlo por lo que hizo?” | Sal 139:14 |
“Este no es un juego de ‘hagamos de caso’”, escribe el teólogo F.F. Bruce. “Los creyentes deben considerarse ser lo que Dios de hecho los hizo”.[11] Porque estamos muertos al pecado, la paga y culpa del pecado ya no son un problema. Tenemos que agradecérselo a Jesús. Pero más allá de esto, ya no estamos obligados a pecar, ¡sino que estamos vivos para Dios en Cristo Jesús! Esta frase nos lleva otra vez a nuestra unión con Cristo y todas las bendiciones asociadas con ese feliz principio.[12] “Considérense muertos al pecado” usa un término de contabilidad que también se puede traducir como “estímense” o “calcúlense”. Si yo fuera confiable y le dijera que he depositado dinero en su cuenta bancaria, usted lo consideraría como hecho. En esencia, Pablo está diciendo, “No te comportes como perdedor, porque no eres perdedor. Compórtate como el hijo de Dios que eres”.
Ofrézcanse a Dios. “No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia” (Ro 6:13).
Tenemos que escoger - muchas veces - todos los días. Podemos ofrecer las partes de nuestro cuerpo a Dios para usarlas en justicia, o podemos ofrecerlas para uso pecaminoso. Nuestra mente, lengua, ojos, y otras partes del cuerpo son en sí moralmente neutras. Pero la manera en que decidimos usarlas determina si honramos o entristecemos a Dios.
Los hábitos pecaminosos no se desarrollan de la noche a la mañana, y raramente cambian de la noche a la mañana. Sólo pueden ser vencidos a través de la persistente aplicación de la verdad de Dios. Pero como nota Jay Adams, esto requiere perseverancia:
Demasiados son los cristianos que se dan por vencidos. Quieren el cambio demasiado pronto. Lo que en realidad quieren es el cambio sin la lucha diaria. A veces se dan por vencidos cuando están a la puerta del éxito. Paran antes de recibir. Por lo regular se toma por lo menos tres semanas de constante esfuerzo diario para que uno se sienta cómodo desempeñando una nueva práctica. Y se toma como tres semanas más para hacer de la práctica parte de uno mismo. Sin embargo, muchos cristianos no continúan ni por tres días. Si no reciben éxito instantáneo, se desaniman. Quieren lo que quieren ahora mismo, y si no lo reciben ahora mismo, se dan por vencidos.[13]
Una señora que conozco había sido atormentada con temerosos y depresivos pensamientos que eran resultado de pecados cometidos contra ella en años pasados. Sus pensamientos negativos la tenían en una cárcel espiritual. Si meditaba en esas anteriores experiencias o se encontraba con una dificultad presente, una aguja de fonógrafo en su mente bajaba y comenzaba a tocar un viejo disco de larga duración. Patrones de pensamiento repetidos a través de los años habían hecho profundos surcos mentales que tocaban las mismas canciones deprimentes una y otra vez.
— Jay Adams
Pero luego aprendió que no tenía que cantar con el disco. Cristo Jesús murió en la cruz para hacer pedazos esos discos. A medida que aumentó esa conciencia, ella comenzó a reconocer las canciones melancólicas cuando comenzaban a tocar y pronto las reemplazó con nuevos cantos de la Palabra de Dios.
Cuando la gente oye la verdad librante de que las experiencias pasadas no tienen ya que dictar su comportamiento presente, surge en su corazón la esperanza. Ya no es nuestro pasado, sino el pasado de Cristo el factor decisivo en nuestra vida, porque estamos unidos a Él en su muerte y en su nueva vida. Yo he tenido que aprender que cuando los recuerdos de pecados pasados se me amontonan en la mente, inmediatamente debo hacer referencia a mi unión con Jesucristo. Ahora, en vez de estar paralizado por la condenación, típicamente puedo volver esos recuerdos en una oportunidad para dar gracias a Dios por perdonar mi pecado...aún ese.
Lancaster, Pennsylvania es hogar de un excelente ministerio para madres solteras. The House of His Creation [La Casa de su creación] fue establecida y dirigida por Jim y Anne Pierson durante muchos años. En una ocasión Anne me dijo de una recurrente dificultad con que se enfrentaban sus jóvenes. Muchas de estas chicas habían quedado embarazadas como resultado de pecado sexual, pero habían llegado a creer en Jesús y a recibir su perdón. Pero como a los cinco meses de embarazo, cuando comenzaban a sentir a su bebé moverse dentro de ellas, recordaban vívidamente sus antiguos pecados. Cada nueva patadita o salto interno del bebé multiplicaba su culpa y su desánimo.
— Samuel Rutherford
Pero los hermanos Pierson ganaron al acusador en su propio juego. Anne enseñó a las jóvenes a dejar que el movimiento del bebé sirviera como recordatorio de que Dios en verdad las había perdonado, y que Él haría que todas las cosas resultaran para su bien. ¡Qué manera tan sabia y creativa de tratar con la condenación!
Por medio de nuestra unión con Cristo hemos muerto a la paga y al poder del pecado. Su cuerpo crucificado ha expiado por nuestra culpa, así como su cuerpo resucitado es nuestra promesa de victoria. Nuestra unión con Cristo es la base para nuestra liberación de la esclavitud del pecado. Es tan inalterable como inmerecida; tan suficiente como cierta. Si tan siquiera buscamos saber la verdad, considerarla que así es, y luego ofrecernos en consistente obediencia a Dios, pasaremos de fe a fe, de fortaleza a fortaleza, y de gloria a gloria.
Discusión En Grupo
- ¿Alguna vez te has identificado tan íntimamente con la experiencia de otra persona que te parece como que lo habías experimentado tú?
- En tus propias palabras, trata de describir este misterio de estar unido con Cristo.
- ¿Cómo podemos considerarnos “muertos al pecado” cuando todavía somos tan susceptibles a la tentación?
- . En vista de este capítulo, ¿cómo explicarías tú 1 Juan 2:1?
- . “No es que no podemos pecar”, escribe el autor, “sino que podemos no pecar” (página ). ¿Qué quiere decir?
- ¿Cómo cambiará este capítulo la manera en que tú resistes al pecado?
Lectura Recomendada
Men Made New por John R.W. Stott (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1966, 1984)
Romans Chapter Six: The New Man por D. Martyn Lloyd-Jones (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1972)
References
- ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans Chapter Six: The New Man (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1972), pp. 4-6.
- ↑ John R.W. Stott, Men Made New (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1966, 1984), p. 30.
- ↑ Lewis Smedes, Union with Christ (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1970; edición revisada, 1983), p. xi.
- ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans Chapter Six,p. 39.
- ↑ Sinclair Ferguson, Christian Spirituality: Five Views of Sanctification, Donald L. Alexander, ed. (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1988), p. 49.
- ↑ Lewis Smedes,Union with Christ, p. 32.
- ↑ John R.W. Stott, Men Made New, p. 40.
- ↑ F.F. Bruce, The Letter of Paul to the Romans: An Introduction and Commentary (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1985), pp. 129-130.
- ↑ Sinclair Ferguson, Christian Spirituality, p. 55.
- ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans Chapter Six, p. 30.
- ↑ F.F. Bruce, The Letter of Paul to the Romans, p. 132.
- ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans Chapter Six, pp. 106-148 para una discusión completa de estos versículos.
- ↑ Jay E. Adams, The Christian Counselor’s Manual (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1973), p. 185.
- ↑ Idem., p. 118
- ↑ Citado en Sinclair Ferguson, The Christian Life, pp. 25-26.