What is Truth: Doctrinal Integrity/es
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- | + | En la época actual de inconciencia general y desviación de la fe Cristiana ortodoxa, una de las mayores necesidades es el retorno a la integridad doctrinal. En particular, los hombres que hablan desde el púlpito sagrado, deben ser hombres que enseñen la verdad y nada más que la verdad sobre la Palabra de Dios. Una de las necesidades más apremiantes del mundo de las tinieblas, que está tan lleno de falsedad, es la clara declaración de la verdad de la Palabra de Dios. <br>Satanás tentó a Eva en el área de la integridad doctrinal. Se atrevió a acusar a Dios de falta de integridad. Con la caída del hombre, la continua tentación del mundo, de la carne, y del Demonio, es no ser tan honestos en nuestro diario vivir. Como dijo Jesús, El es la verdad y la vida, y por tanto el Evangelio involucra declarar la verdad en un mundo lleno de mentiras. Todos los cristianos al ser testigos de Cristo debemos declarar toda la verdad del Evangelio. <br>Todo conocimiento verdadero que se encuentra en el universo ha sido puesto ahí por Dios, el Creador. Dios es verdad. A la larga, toda la verdad reside en El. El es entonces, la fuente de toda verdad que encontramos en el mundo que El hizo. Entonces, cuando Dios dijo las primeras palabras del pacto a Adán, y le prohibió comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, estaba reafirmando la verdad. Satán abiertamente declara que esto es falso al tentar a Eva. Jesús, al dirigirse a los judíos no creyentes, dice que Satanás es el padre de la mentira: “Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira! (Juan 8:44, NVI de principio a fin). Su incredulidad se basaba en el hecho de que sus corazones estaban llenos de pecado y no estaban regenerados. En otro versículo Jesús dice de si mismo que él es “el camino, la verdad y la vida: nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6). El estaba afirmando que desde que Satanás introdujo la falsedad, o la falta de integridad en el mundo, la cual Adán abrazó en su caída, una de las necesidades básicas del mundo es la reintroducción de la verdad en él. Jesús reafirmó que esto es lo que El estaba haciendo en el mundo, y que el único camino hacia la salvación es por medio de El, que es verdad en si mismo. Jesús dio testimonio de esto a Pilatos: “Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz”. (Juan 18:37). Pilatos cínicamente contestó, “¿Qué es la verdad?”, mostrándonos así su naturaleza no regenerada.<br>En el mismo Evangelio Jesús confió el ministerio que El recibió del Padre a sus discípulos. “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.” (Juan 17:17–19). Jesús está orando para que Dios aparte a sus discípulos “en la verdad” para que ellos puedan proclamar la verdad de Su Evangelio en este mundo de falsedad y tinieblas. <br>La gran comisión de Jesús a la Iglesia en Mateo 28 define la misión de la iglesia de una manera doble. En primer lugar, debe evangelizar a los que están perdidos, y así reunir a los elegidos dentro de la iglesia. En segundo lugar, debe enseñar a aquellos que están en la iglesia todas las cosas que han sido reveladas en las Escrituras. Cualquier otra cosa que la iglesia haga debe ser secundaria. Tanto la evangelización como la enseñanza a sus miembros son un llamado a la iglesia a mantener una integridad doctrinal. El no hacer esto es desobedecer al mandamiento que Cristo dio a la iglesia. <br>Con estos antecedentes, es obvio que Dios ha puesto sobre los ministros de la Palabra la absoluta necesidad de ser fieles y sinceros a la Palabra en sus prédicas y enseñanzas. La gran y pesada tarea que yace sobre todo hombre que predica la Palabra es la de convertirse en sinceros interpretes de la Palabra. Dado que la Palabra de Dios fue dada en Hebreo y Griego, los hombres deben ser capaces de manejar estos idiomas con destreza para poder comprender adecuadamente el texto que desean predicar a su congregación. En otras palabras, el requisito de integridad en el ministerio de la Palabra demanda el compromiso de parte del predicador de estudiar la Palabra en su idioma original. <br>Parte de una sincera interpretación de la Biblia involucra la comprensión de cómo ciertos textos encajan en el sistema de la verdad establecido en las Escrituras. Así, el ministro de la Palabra debe estar conciente del sistema de teología que se establece en la Biblia. El estudio de la historia de la iglesia revela que la iglesia medieval perdió en gran medida la verdad del Evangelio, ya que substituyó la enseñanza de la Palabra de Dios por las tradiciones de los hombres. <br>La Reforma trajo un compromiso renovado al principio de ''sola Scriptura''. El resultado fue el redescubrimiento del Evangelio por parte de la iglesia, a medida que buscaba ser reformada por la Palabra de Dios. Uno de los beneficios de la Reforma fue la destilación de los dogmas de la iglesia en varios credos o confesiones Reformados. Se produjeron alrededor de treinta confesiones, y uno de los puntos más notables es ver la unidad básica de estas confesiones. <br>Para poder preservar la integridad de las prédicas en estas iglesias, los ministros debían y aún deben subscribirse a la confesión de las iglesias a las que sirven. La forma de suscripción históricamente requerida en las iglesias Presbiterianas Estadounidenses, y aún requerida en ciertas denominaciones como la Iglesia Presbiteriana en Estados Unidos y la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa es: “¿Recibes y adoptas la Confesión de Fe y el Catecismo de esta Iglesia, y aceptas que contiene el sistema de la doctrina que se enseña en las Sagradas Escrituras?” En otras palabras, la ordenanza afirma que la Confesión y el Catecismo de Westminster establecen lo que la persona cree que la Biblia enseña. Es responsabilidad de aquellos que hacen tal voto de subscripción ser fieles en sus prédicas y enseñanzas al proclamar toda la Palabra de Dios tal como está establecida en las Escrituras y como se entiende en los estándares de la iglesia. Al no hacer esto, está rompiendo con la integridad doctrinal que El Señor espera de sus servidores. <br>A menudo en nuestros esfuerzos de evangelización, tendemos a presionar para obtener una respuesta emocional, sin antes comunicar adecuadamente al individuo las grandes doctrinas de la fe Cristiana. Debemos reconocer que una adecuada respuesta del corazón o de la conciencia solo puede darse luego de que la verdad del Evangelio ha sido impartida al pecador. Es únicamente luego de que la verdad del Evangelio ha sido aprehendida, que puede ocurrir una genuina respuesta bíblica. Vemos así la necesidad de una integridad doctrinal de parte de todos los cristianos que serán testigos del Evangelio ante el mundo que nos rodea. <br> | |
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Revision as of 16:31, 4 August 2008
En la época actual de inconciencia general y desviación de la fe Cristiana ortodoxa, una de las mayores necesidades es el retorno a la integridad doctrinal. En particular, los hombres que hablan desde el púlpito sagrado, deben ser hombres que enseñen la verdad y nada más que la verdad sobre la Palabra de Dios. Una de las necesidades más apremiantes del mundo de las tinieblas, que está tan lleno de falsedad, es la clara declaración de la verdad de la Palabra de Dios.
Satanás tentó a Eva en el área de la integridad doctrinal. Se atrevió a acusar a Dios de falta de integridad. Con la caída del hombre, la continua tentación del mundo, de la carne, y del Demonio, es no ser tan honestos en nuestro diario vivir. Como dijo Jesús, El es la verdad y la vida, y por tanto el Evangelio involucra declarar la verdad en un mundo lleno de mentiras. Todos los cristianos al ser testigos de Cristo debemos declarar toda la verdad del Evangelio.
Todo conocimiento verdadero que se encuentra en el universo ha sido puesto ahí por Dios, el Creador. Dios es verdad. A la larga, toda la verdad reside en El. El es entonces, la fuente de toda verdad que encontramos en el mundo que El hizo. Entonces, cuando Dios dijo las primeras palabras del pacto a Adán, y le prohibió comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, estaba reafirmando la verdad. Satán abiertamente declara que esto es falso al tentar a Eva. Jesús, al dirigirse a los judíos no creyentes, dice que Satanás es el padre de la mentira: “Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira! (Juan 8:44, NVI de principio a fin). Su incredulidad se basaba en el hecho de que sus corazones estaban llenos de pecado y no estaban regenerados. En otro versículo Jesús dice de si mismo que él es “el camino, la verdad y la vida: nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6). El estaba afirmando que desde que Satanás introdujo la falsedad, o la falta de integridad en el mundo, la cual Adán abrazó en su caída, una de las necesidades básicas del mundo es la reintroducción de la verdad en él. Jesús reafirmó que esto es lo que El estaba haciendo en el mundo, y que el único camino hacia la salvación es por medio de El, que es verdad en si mismo. Jesús dio testimonio de esto a Pilatos: “Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz”. (Juan 18:37). Pilatos cínicamente contestó, “¿Qué es la verdad?”, mostrándonos así su naturaleza no regenerada.
En el mismo Evangelio Jesús confió el ministerio que El recibió del Padre a sus discípulos. “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.” (Juan 17:17–19). Jesús está orando para que Dios aparte a sus discípulos “en la verdad” para que ellos puedan proclamar la verdad de Su Evangelio en este mundo de falsedad y tinieblas.
La gran comisión de Jesús a la Iglesia en Mateo 28 define la misión de la iglesia de una manera doble. En primer lugar, debe evangelizar a los que están perdidos, y así reunir a los elegidos dentro de la iglesia. En segundo lugar, debe enseñar a aquellos que están en la iglesia todas las cosas que han sido reveladas en las Escrituras. Cualquier otra cosa que la iglesia haga debe ser secundaria. Tanto la evangelización como la enseñanza a sus miembros son un llamado a la iglesia a mantener una integridad doctrinal. El no hacer esto es desobedecer al mandamiento que Cristo dio a la iglesia.
Con estos antecedentes, es obvio que Dios ha puesto sobre los ministros de la Palabra la absoluta necesidad de ser fieles y sinceros a la Palabra en sus prédicas y enseñanzas. La gran y pesada tarea que yace sobre todo hombre que predica la Palabra es la de convertirse en sinceros interpretes de la Palabra. Dado que la Palabra de Dios fue dada en Hebreo y Griego, los hombres deben ser capaces de manejar estos idiomas con destreza para poder comprender adecuadamente el texto que desean predicar a su congregación. En otras palabras, el requisito de integridad en el ministerio de la Palabra demanda el compromiso de parte del predicador de estudiar la Palabra en su idioma original.
Parte de una sincera interpretación de la Biblia involucra la comprensión de cómo ciertos textos encajan en el sistema de la verdad establecido en las Escrituras. Así, el ministro de la Palabra debe estar conciente del sistema de teología que se establece en la Biblia. El estudio de la historia de la iglesia revela que la iglesia medieval perdió en gran medida la verdad del Evangelio, ya que substituyó la enseñanza de la Palabra de Dios por las tradiciones de los hombres.
La Reforma trajo un compromiso renovado al principio de sola Scriptura. El resultado fue el redescubrimiento del Evangelio por parte de la iglesia, a medida que buscaba ser reformada por la Palabra de Dios. Uno de los beneficios de la Reforma fue la destilación de los dogmas de la iglesia en varios credos o confesiones Reformados. Se produjeron alrededor de treinta confesiones, y uno de los puntos más notables es ver la unidad básica de estas confesiones.
Para poder preservar la integridad de las prédicas en estas iglesias, los ministros debían y aún deben subscribirse a la confesión de las iglesias a las que sirven. La forma de suscripción históricamente requerida en las iglesias Presbiterianas Estadounidenses, y aún requerida en ciertas denominaciones como la Iglesia Presbiteriana en Estados Unidos y la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa es: “¿Recibes y adoptas la Confesión de Fe y el Catecismo de esta Iglesia, y aceptas que contiene el sistema de la doctrina que se enseña en las Sagradas Escrituras?” En otras palabras, la ordenanza afirma que la Confesión y el Catecismo de Westminster establecen lo que la persona cree que la Biblia enseña. Es responsabilidad de aquellos que hacen tal voto de subscripción ser fieles en sus prédicas y enseñanzas al proclamar toda la Palabra de Dios tal como está establecida en las Escrituras y como se entiende en los estándares de la iglesia. Al no hacer esto, está rompiendo con la integridad doctrinal que El Señor espera de sus servidores.
A menudo en nuestros esfuerzos de evangelización, tendemos a presionar para obtener una respuesta emocional, sin antes comunicar adecuadamente al individuo las grandes doctrinas de la fe Cristiana. Debemos reconocer que una adecuada respuesta del corazón o de la conciencia solo puede darse luego de que la verdad del Evangelio ha sido impartida al pecador. Es únicamente luego de que la verdad del Evangelio ha sido aprehendida, que puede ocurrir una genuina respuesta bíblica. Vemos así la necesidad de una integridad doctrinal de parte de todos los cristianos que serán testigos del Evangelio ante el mundo que nos rodea.