The Winter of Our Discontent/es

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Una de las mentiras egoístas que nuestra generación ha creído y perpetrado es que no deberíamos tener necesidades o deseos no satisfechos. Se escriben libros ad infinitum ad nauseum diciéndonos cómo satisfacer las necesidades de nuestras esposas, de nuestros hijos, o de nuestros esposos, como si algún ser humano pudiera hacerlo. Sin embargo, David escribió en el Salmo 23, que dado que el Señor era su pastor, él tenía todo lo que necesitaba. ¿Pero quién de nosotros realmente vive de acuerdo con esa realidad bíblica? Levanten la mano si su esposo/a o hijos le han dicho alguna vez, “No, gracias, no necesito ni deseo nada más”.
Las empresas de publicidad nos han lavado el cerebro, jugando con nuestro sentido de finitud. Aunque, haciendo justicia a la publicidad, en el paraíso, la serpiente pudo convencer a Eva de que no tenía suficiente, a pesar de tener un esposo maravilloso, libre de pecado, y no tenía que arrancar las malas hierbas ni sacar la basura.
Los Puritanos solían decir que el descontento, o las quejas, son posiblemente el mayor pecado que los Cristianos podemos cometer — ya que en ello acusamos a Dios de haber sido injusto con nosotros. Pero aunque Él nos podía haber hecho algo menos doloroso, no hubiera podido hacer nada más glorioso para Sí mismo.
Detrás de este anhelo de satisfacer nuestras necesidades, una exagerada comprensión de nuestros “derechos” agota toda esperanza de contentamiento. Se nos dice que debemos recibir el servicio que “merecemos”. Las generaciones anteriores se centraban en sus responsabilidades; esta generación está obsesionada con sus derechos. Incluso en el reino religioso se nos ofrece una liberación inmediata del dolor, de las deudas, y de los efectos de nuestro pecado. “Después de todo”, dicen los vendedores de esta religión fraudulenta, “tenemos ‘derecho’ a esto, Dios nos lo dio”.
A la luz de las Escrituras, no deberíamos preguntar “¿Por qué hay tanto dolor y sufrimiento en el mundo?” sino más bien, “¿Por qué aún hay restos de felicidad en el mundo?” Pero la gratitud que debería surgir de estas preguntas bíblicas no se da fácilmente en nuestra cultura, ni siquiera en la iglesia.
¿Por qué hay tantas personas insatisfechas? ¿Por qué parece que Dios no hace lo suficiente para complacernos? La actitud de la persona con un corazón insatisfecho es que todo lo que él/ella hace por Dios es demasiado, y todo lo que Dios hace por él/ella, es muy poco. Siente que Dios da muy poco valor a todo lo que él/ella está haciendo por el reino, y se imagina que Dios no está haciendo obras equivalentes a cambio.
En 2 Timoteo 3:2–3, Pablo da una lista de pecados que florecen en el corazón de los hombres. Los hombres se aman a si mismos en lugar de amar a Dios. Se vuelven fanfarrones y arrogantes. Piensan que el conocimiento comienza y termina en ellos, e injurian todo y a todos los demás. Los niños desobedecen a sus padres. La gente en general es desagradecida. Para más INRI, somos desagradecidos e impíos. No creo que consideremos que la ingratitud, que es otro tipo de descontento, sea realmente tan mala. Las quejas son una forma de arte en la iglesia, y el que más se queja parece ser el que más atención recibe.
Salmos 106:6–8 ofrece otra perspectiva de esta idea. El salmista declara que es culpa de todas las personas, afirmando su iniquidad e impiedad. Para decir esto se basa en que, primero, ellos no entendieron las maravillas de Dios; segundo, no las recordaron, y finalmente, se rebelaron. No entendieron y no recordaron, de manera que se rebelaron. No recordar no es un simple error — es el pecado de la ingratitud, y juega un papel critico en la creación de una vida de rebelión.
Note la manera en que el descontento juega parte importante en la falta de fe en Romanos 1. Pensar poco en Dios lleva a no pensar en Dios, y a su vez, a tener pensamientos elevados de uno mismo y a sentirse insatisfecho con su condición. Mientras más elevada sea la posición que los hombres se asignan a si mismos, sienten que merecen recibir más.
¿Cómo volvemos al camino del contentamiento? Colosenses 2:6–7 (NBEA) dice, “Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, vivan ahora en él, arraigados y edificados en él, confirmados en la fe como se les enseñó, y llenos de gratitud”. Pablo ordena a los cristianos a caminar en Cristo de la misma manera que él recibió a Cristo. Vinimos a Cristo dependiendo totalmente de Él para que nos de fuerza, fe, vida eterna y gracia que nos sustente. Ahora, vivimos en Cristo dependiendo totalmente de Él para que nos de fuerza, fe, vida eterna y gracia que nos sustente.
¿Qué es exactamente caminar en Cristo? Es una extensión de nuestra gratitud hacia Dios por quién Él es y por lo que ha hecho. Debemos ser agradecidos por quién es Dios, no sÓlo por lo que ha hecho. Todo lo que Dios hace fluye de su carácter. Dios nos ama porque Dios es amor. Si sólo amamos a Dios por lo que hace por nosotros, entonces solamente nos amamos a nosotros mismos, ya que vemos a Dios solo en términos de aquellas actividades que Él realiza, que de alguna manera mejoran la calidad de nuestra existencia.
La gratitud hacia Dios alarga los pasos de nuestro caminar cristiano, y la base de nuestra gratitud es un íntimo conocimiento y confianza en Dios y en sus caminos. Este tipo de relación con Dios crea una gratitud desbordante — y la obediencia fluirá más fácilmente de un corazón que ya está abierto en adoración y gratitud al Padre. Somos testigos y proclamamos la gloria de Dios como un acto de gratitud, estudiamos las Escrituras con un corazón agradecido.
Lo que nos trae contentamiento no es recibir todo lo que deseamos, sino vaciar nuestros corazones de las vanas “necesidades” y “derechos” que nuestra cultura nos ofrece, y llenarnos de gratitud por lo que tenemos.
Repito, no estaremos satisfechos al tener todo lo que deseamos, sino únicamente si entendemos que no merecemos nada. El contentamiento no viene cuando nuestra calidad de vida mejora, sino cuando los deseos de nuestro corazón son santificados de manera que podamos decir al igual que David, “A quien tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo ya nada quiero en la tierra” (salmos 73:25). Lo que sea que Dios quiera darnos será mucho más de lo que merecemos. Como dijo el Puritano Thomas Goodwin, “Cualquier cosa a este lado del infierno es misericordia”.
Los siguientes escritos Puritanos sobre el tema del contentamiento se pueden encontrar impresos actualmente y son una excelente lectura: William Bates, “La gran tarea de resignarse a la Providencia Divina en la aflicción" en el volumen 2 de "Las Obras de William Bates" (Publicaciones Sprinkle); Thomas Brooks, "El Cristiano en silencio bajo el escozor de la vara" (Pancarta de la Verdad) (Banner of Truth)); Jeremiah Burroughs, "La rara joya del contentamiento cristiano" (Pancarta de la verdad); Thomas Watson, "El arte del contentamiento divino" (Soli Deo Gloria). Aunque no es una obra Puritana, la obra de James W. Alexander, "Consolación: dirigida a la gente de Dios que está sufriendo", es también muy útil (Soli Deo Gloria).

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