A Call for Coronary Christians/es

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Luego de haber celebrado varios días consecutivos en pos de la justicia, convoco a los cristianos de Bethlehem a ser coronarios, y no de adrenalina, en la causa de la armonía racial y la vida humana. Tengo en mente el Día Nacional de la Santidad de la Vida Humana (como lo proclamó el presidente Bush el domingo 20 de enero) y el Día de Martin Luther King, Jr. el lunes 21 de enero.
Me complace la adrenalina; sospecho que me ayuda a superar muchos domingos. Pero no me sirve de mucho para los lunes. Estoy más agradecido a mi corazón. Este continúa trabajando en los días buenos y los malos, la alegría y la tristeza, lo alto y lo bajo, lo agradecido y lo desagradecido. Nunca me decepciona. Jamás dice: “No me gusta tu actitud, Piper, hoy me tomo el día libre”. Sólo sigue latiendo.

Los cristianos coronarios son como el corazón en las causas por las que trabajan. Los cristianos de adrenalina son como la adrenalina: un repentino arranque de energía y luego fatiga. En la causa contra el racismo y la justicia para los nonatos, necesitamos cristianos coronarios. Maratonistas, no sólo velocistas. Gente que encuentre el paso que le permita terminar la carrera (que dura toda la vida).

¡Ah, por los cristianos coronarios! Cristianos comprometidos en grandes Causas, no en grandes comodidades. Te suplico que sueñes un sueño más grande que tú mismo, y que tu familia e iglesia. Intenté desmitificar la familia estadounidense y señalar que nuestros niños no son nuestra causa; ellos nos son dados para prepararnos para las grandes causas de misericordia y justicia, en un mundo condenado, lleno de prejuicios y dolor.

Mi sangre hervía al tratar esta cuestión del compromiso cristiano, fuerte e inquebrantable, a grandes causas porque, en estos días, he estado colmado con la vida de William wilberforce. Entonces, había un cristiano coronario en la causa contra el racismo. Era profundamente cristiano, enérgicamente evangélico y apasionadamente político en la Cámara de los Comunes, mientras duró el largo camino de la lucha contra el comercio de esclavos africanos. El 28 de octubre de 1787, a los 28 años de edad, escribió en su diario: “Dios Todopoderoso ha fijado delante de mí dos grandes metas, la abolición del comercio de esclavos y la reforma de [la moral]”. En el parlamento, fue derrotado batalla tras batalla porque “el comercio” se encontraba estrechamente vinculado con los intereses financieros de la nación. Sin embargo, nunca se rindió o dejó de luchar. Era un cristiano coronario, no de adrenalina.

El 24 de febrero de 1807 a las 4 de la mañana, veinte años más tarde, el voto decisivo fue emitido (sí: 283, no: 16) y el comercio de esclavos se convirtió en ilegal. La Cámara se levantó por un hombre y se volvió hacia Wilberforce en un estallido de ovaciones parlamentarias, mientras que el hombre pequeño con la columna encorvada, se sentaba con la cabeza inclinada hacia adelante y con lágrimas corriendo por su rostro (John Pollock, wilberforce, p. 211).

El cristiano coronario, William Wilberforce, nunca se dio por vencido. Había explicaciones para su implacabilidad. La grandeza y la seguridad acerca de lo correcto de la causa, lo sostenían. Abolir el comercio de esclavos era “el gran propósito de mi existencia parlamentaria”. “Frente a esta gran causa”, escribió en 1796, “todo lo demás pierde importancia ante mis ojos y debo decir que, la certeza de estar haciendo lo correcto, le agrega mucho a la autocomplacencia con la que hago un gran esfuerzo para reivindicarla. Si complace a Dios honrarme, pueda yo ser el instrumento que detenga semejante camino de perversidad y crueldad como jamás haya deshonrado a un país cristiano” (Pollock, p. 143).

Observó que los estallidos de adrenalina no prevalecerían: “Cada día soy más consciente de que mi trabajo debe ser llevado a cabo con esfuerzos constantes y regulares, más que con esfuerzos repentinos y violentos”. (Pollock, 116). Había aprendido el secreto de ser fortalecido, y no paralizado, por la oposición. Uno de sus adversarios dijo: “Ha sido bendecido con una cantidad más que suficiente de ese espíritu entusiasta que está tan lejos de ser complaciente que se vuelve aún más vigoroso con los golpes (Pollock, p. 105). Sobretodo, el secreto de su compromiso coronario a la gran Causa, era su lealtad radical a Jesucristo.
Rezaba (y puedan estas oraciones despertar a muchos cristianos coronarios amantes de Cristo para luchar contra el racismo y el aborto con firme perseverancia): “permítame (Dios) tener una mirada y un corazón simples, deseando complacer a Dios, hacer el bien a mis semejantes y ser prueba de mi gratitud a mi adorable Redentor” (Pollock, p. 210).

Expresando gratitud con una fe perseverante,

Pastor John

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