How Can I Change?/The Battle Against Sin/es
From Gospel Translations
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Ya que haya oído o no haya oído la frase, sin duda se ha encontrado con el pensamiento terapéutico. Se ve en la sala tribunal cuando el abogado del asesino en serie pide lenidad a base de que su cliente fue rutinariamente abusado por su padre alcohólico. Dice que la mayoría de nosotros nos criamos en familias “disfuncionales”, ofreciendo así una explicación y excusa por nuestro comportamiento. En vez de enfatizar la responsabilidad personal, subraya la manera en que hemos sido psicológicamente afectados por nuestro ambiente. Como nota el científico social Dr. James Deese, el pensamiento terapéutico “está tan arraigado en las actitudes americanas modernas que apenas se puede desafiar.”[2]
Sorprendentemente, la única institución que está mejor equipada para desafiar la tendencia terapéutica en realidad ha contribuido a su popularidad. Hablo de la Iglesia. En vez de exponer los errores de la psicoterapia, la Iglesia americana en la mayoría de los casos ha dado una aceptación sin crítico...aunque hay algunas francas excepciones. En su libro Biblical Medical Ethics, el Dr. Franklin Payne comenta, “La psicoterapia, como psicología y psiquiatría, necesita el más crítico y detallado examen por los cristianos evangélicos...Muchos cristianos son más influenciados por los conceptos de los psicoterapistas seculares que por la Palabra de Dios.”[3]
—William Kilpatrick
He conocido a muchos de los cristianos que el Dr. Payne está describiendo. No hace mucho se me pidió que predicara en un retiro de hombres en otra iglesia. Al final de una sesión se me acercó un hombre que se me presentó y luego comenzó a hablarme de su situación difícil. Se había criado en una familia disfuncional. Era co-dependiente. Padecía de muy baja autoestima. En el espacio de los primeros dos minutos usó casi todas las palabras psicológicas de moda que existen.
Fue un encuentro incómodo. Yo no estaba ansioso por discrepar con él. Nunca lo había conocido antes, y quería que él experimentara mi cuidado e interés. Pero a medida que seguía y seguía parecía obvio que él daba por hecho de que yo estaba de acuerdo con él. Y no era así. ¿Por qué? Aunque él hablaba un impecable psicoparloteo, su diagnosis omitía toda referencia a la palabra con “P”. . . .
Pecado.
Dichas omisiones lamentablemente son la norma hoy en la literatura cristiana popular y en los programas de charla por la radio. Vamos tras una comprensión más profunda de nosotros mismos (como la define el movimiento de recuperación) en vez de una convicción más profunda del pecado (como la define la Escritura). Nos interesamos más en nuestras propias necesidades y sentimientos que en el carácter y los mandamientos de Dios. No es de sorprender que no estamos madurando como Él quiere.
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Nuestro Problema Más Serio
Escribiendo hace un siglo, J.C. Ryle ofreció una aguda pero sencilla explicación por las deficiencias que observó en la Iglesia: “Las confusas o indistintas opiniones sobre el pecado son el origen de la mayoría de los errores, herejías, y falsas doctrinas de los días presentes...yo creo que una de las principales necesidades de la Iglesia en el siglo diecinueve ha sido, y es, una enseñanza más clara, más plena sobre el pecado.”[5]Si esto era cierto durante su generación, cuánto más cierto es hoy.
Pero hemos ido un paso más allá. La enseñanza contemporánea sobre la autoestima ha reemplazado a la doctrina del pecado. Considera esta declaración de un autor bien conocido:
No creo que se haya hecho nada en el nombre de Cristo ni bajo la bandera del cristianismo que haya probado ser más destructivo para la personalidad humana, y por tanto contraproductivo al esfuerzo evangelístico, que la no cristiana, inculta estrategia de tratar de hacer que la gente se dé cuenta de su condición perdida y pecaminosa.[6]
— J.I. Packer
Este pastor dice que llamar al pecado “rebelión contra Dios” es “superficial y un insulto al ser humano”.[8] Su convicción acerca del inherente valor del hombre lo lleva a la singular conclusión de que una nueva “reforma” está en orden. Mientras que el énfasis de Martín Lutero en la salvación por gracia a través de la fe transformó a la Iglesia en el siglo dieciséis, dice él, las iglesias de hoy deben reconocer el derecho sagrado de autoestima que tienen todas las personas.
Yo no pongo en duda la sinceridad del hombre, pero sus declaraciones son falsas. De hecho, son falsa doctrina. El énfasis moderno en la autoestima se ha convertido en una alternativa inaceptable para las doctrinas bíblicas de justificación y santificación.
Justificación. Jesús no murió en la cruz para mejorar nuestra autoestima. Él murió para expiar por nuestro pecado. Y aún así la cruz nos enseña una crucial lección sobre nuestro valor: Cada uno de nosotros merecemos la ira de Dios. Como manifestación de la inmerecida misericordia de Dios, la cruz revela la profundidad y la seriedad de nuestro pecado. Anthony Hoekema señala esto:
En el mundo de hoy hay poco énfasis en la doctrina bíblica del pecado. Pero la persona con un frívolo sentido del pecado y de la ira de Dios contra nuestro pecado ni sentirá la necesidad de ni comprenderá la doctrina bíblica de la justificación. Cuando el pecado se ignora, se minimiza, o se redefine ya no vivimos conscientes de nuestra desesperante necesidad de Jesucristo ni apreciamos lo que Él hizo en la cruz por nosotros.[9]
A menos que comprendamos la naturaleza del pecado y cuán ofensivo es a Dios, jamás entenderemos por qué la cruz fue necesaria. Jamás nos maravillaremos ante la gracia.
—Dan Matzat
Santificación.Un claro entendimiento de la doctrina del pecado también es imperativo para la santificación. La Escritura revela que nuestro estorbo más serio para el crecimiento es el pecado contra Dios. El movimiento de recuperación, por otro lado, insiste en que las necesidades sin atender, el dolor, las emociones dañadas, o la baja autoestima son la raíz de nuestras dificultades. Las dos conclusiones están irreconciliablemente opuestas.
No estoy negando la realidad ni la severidad del dolor que experimentamos cuando los demás pecan contra nosotros. Es crítico que no se me entiendas mal aquí. La Biblia hace numerosas referencias a los que están afligidos y oprimidos. Pero por favor comprende: El dolor no es nuestro problema principal. Jesús dijo, “Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona” (Mr 7:21-23; ve también Stg 1:14-15).
Demasiados de nosotros “sentimos la realidad de nuestras heridas más que el hecho de nuestro pecado”.[11] Pero si nosotros genuinamente queremos conformarnos a la imagen de Jesucristo, esto tendrá que cambiar. Nuestra libertad y madurez dependen de ello. El modelo terapéutico da un mal diagnóstico de nuestro problema principal, y por tanto prueba ser incapaz de ofrecer una solución eficaz. Pero una vez que reconocemos el pecado como la fuente de nuestro problema, de repente tenemos una solución bíblica y esperanza bíblica para cambiar. Esta se llama la doctrina de la santificación.
Poda Tu Propio Césped
La santificación es un proceso de arrepentimiento que dura toda la vida (no de recuperación) y obediencia (no sanidad interna) que resulta en santidad (no integridad) para la gloria de Dios (no la satisfacción personal). Esta doctrina es sucintamente expresada en Colosenses 3:1-17. Si todavía no lo has hecho, por favor toma un minuto para leer ese pasaje antes de continuar.
Es importante ver la transición que Pablo hace en este tercer capítulo. Los primeros dos capítulos de Colosenses enfatizan la supremacía y suficiencia de Cristo. Él enfatiza esto otra vez al comienzo del capítulo 3. Pablo conscientemente evitó enseñar a los colosenses sobre la santificación antes de que primero entendieran la obra de Cristo por ellos y dentro de ellos. Hasta que captaran lo que significa ser reconciliados con y regenerados por Dios, él sabía que no serían debidamente motivados por la gracia.
Ni nosotros tampoco. Esto es porque el segundo y el tercer capítulos de este libro subrayan la regeneración y nuestra unión con Cristo. También hemos escrito un libro sobre la doctrina de la justificación llamado This Great Salvation [Esta gran salvación]. Como Pablo, queremos motivar por gracia. Una vez se ha establecido ese fundamento, entonces podemos ir tras la santidad sin desviarnos hacia el legalismo o el libertinaje.
Pablo define el proceso de la santificación con dos sorprendentes frases: Debemos “abandonar” el pecado y “revestirnos” de rectitud (Col 3:8,12). Es sólo por lo que Cristo ha logrado en la cruz y el milagro de regeneración que podemos obedecer estos mandamientos. Y sin embargo esos dos imperativos sobrenaturales ahora nos dejan sin excusa. Si la gracia no resulta en santidad, entonces no hemos entendido correctamente lo que es la gracia. Dios totalmente espera que cambiemos, crezcamos, y maduremos. Como exhorta F.F. Bruce, “Ahora sean (en práctica de verdad) lo que saben que son (por un acto divino)”.[12]
— Jerry Bridges
Por favor fíjate que Pablo dice que debemos “abandonar” y “revestirnos”. Tenemos el privilegio y la responsabilidad de participar en el cambio. Aunque la santificación no es una obra menos sobrenatural del Espíritu Santo que la regeneración, hay una diferencia fundamental: en la santificación tenemos un papel crítico. “Dios obra en nosotros y con nosotros”, dijo el gran pastor puritano John Owen, “no en contra de nosotros ni sin nosotros”.
Frases como “Deja de tratar y comienza a confiar” o “Desiste y deja que Dios” se prestan para imprimir en placas populares pero expresan una mala teología. Los que dicen que “Todo esfuerzo es malo” se equivocan tristemente. En realidad, la Biblia nos instruye a que busquemos “la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb 12:14). Esta es esfuerzo motivado por gracia, por supuesto, no obstante es esfuerzo. Dios no nos ha dicho que oremos o que simplemente confiemos en Él para recibir santidad; Él dice, “ejercítate en la piedad” (1Ti 4:7). Hemos de obedecer en el poder del Espíritu Santo.
Pablo clarifica esta combinación de la obra de Dios con nuestra responsabilidad cuando escribe, “lleven a cabo su salvación (no trabajen para) con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (Fil 2:12-13). Aunque nuestro esfuerzo aparte de la obra de Dios sería inútil, la santificación no se puede delegar a Dios. Cada uno de nosotros debe podar su propio césped.
¿Qué forma toma nuestra responsabilidad? ¿Cómo cumplimos con el mandamiento bíblico de deshacernos del pecado? La Escritura ofrece una estrategia de dos partes.
Estrategia #1: Atacar el Pecado
Me encanta la postura ofensiva contra el pecado del Nuevo Testamento. En ninguna parte es eso más evidente que en el mandamiento terso del apóstol Pablo a los colosenses: “Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal” (Col 3:5). En la batalla por la santidad personal, la agresividad es tanto un mandamiento como una necesidad. Debemos ser implacables. Debemos ir al ataque.
— Jerry Bridges
Pablo usa aquí una violenta metáfora no simplemente para captar nuestra atención sino para subrayar un aspecto crítico de la santificación. Hemos de matar cualquiera y toda manifestación de pecado en nuestro corazón. Debemos tomar la iniciativa para matar el pecado a diario.
Jesús llegó hasta decir, “si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno” (Mt 5:29). Él también recomendó amputarse una mano por la misma razón. ¿Jesús ordenaba una mutilación de verdad aquí? Yo creo que no, porque la mano o el ojo no es la causa principal. Jesús a propósito usó imágenes vivas para decir: Debemos reconocer la seriedad del pecado y tratar decisivamente con él. Resistir el pecado cuando somos tentados no es suficiente. Debemos dar pasos drásticos para atacar y matar el pecado en nuestra vida. John Owen nos exhorta a ir tras “una victoria sobre él, e ir tras una conquista completa... el pecado no morirá de otra manera, sino sólo al ser gradual y constantemente debilitado; si lo excusas, él sana sus heridas y recobra fuerza”.[15]
La disciplina espiritual de dar muerte al pecado, de otra manera conocida como mortificación, es una área muy descuidada de la verdad. La mayoría de nosotros tenemos tanta familiaridad con este tema como con las letrinas. “Nuestros padres hablaban de mortificar el pecado”, nota Sinclair Ferguson.[16] And J.I. Packer laments, “It is a theme on which no contemporary writing of significance seems to be available.”[17] That’s not surprising, but it is revealing. Can you imagine a book titled Put Sin To Death! as a Christian bestseller?
—J.C. Ryle
Mortification is not popular because it tends to be difficult. Ask the person trying to submit cheerfully to a boss who has repeatedly denied a promotion. Ask the recently converted, unmarried couple who must now control sexual urges they have gratified for years. But listen: this is not weekend golf we’re playing here. This is war. Holiness and discipleship are war.
Attacking sin isn’t complex. And though I want to say this sensitively, I also want to say it firmly: Your ability to attack sin doesn’t depend on your past. We have no acceptable excuse for sinning. It’s never to be viewed as an understandable weakness.
Living as a Christian means living in the trenches. Sinclair Ferguson says it as well as anyone could:
What then is this killing of sin? It is the constant battle against sin which we fight daily—the refusal to allow the eye to wander, the mind to contemplate, the affections to run after anything which will draw us from Christ. It is the deliberate rejection of any sinful thought, suggestion, desire, aspiration, deed, circumstance or provocation at the moment we become conscious of its existence. It is the consistent endeavor to do all in our powers to weaken the grip which sin in general, and its manifestations in our own lives in particular, has. It is not accomplished only by saying ‘no’ to what is wrong, but by a determined acceptance of all the good and spiritually nourishing disciplines of the gospel.[19]
Does this describe your attitude? Toward which end are your energies primarily directed, recreation or righteousness? Self-indulgence or self-control? Are you prepared to do whatever it takes to win the war? If so, what is your strategy for attacking the sin in your life right now?
Strategy #2: Avoid Sin
Attacking sin is not all that’s involved in the sanctification process. We must avoid sin as well. As followers of Jesus Christ, we are called to a lifestyle that is distinct from our surrounding culture: “Since we have these promises, dear friends, let us purify ourselves from everything that contaminates body and spirit, perfecting holiness out of reverence for God” (2Co 7:1). What are these promises that motivate us to purify ourselves and pursue holiness? God’s own offer to be uniquely present among his people as we separate ourselves from the world: “‘I will live with them and walk among them, and I will be their God, and they will be my people’” (2Co 6:16).
In a sense it would be easier if God told us to separate ourselves physically from the culture. Yet God specifically forbids that (1Co 5:9-10), and instead appoints us as ambassadors (2Co 5:18-20). No ambassador works effectively in isolation. We are to relate to our culture without reflecting our culture, always navigating between the secular and the self-righteous.
Our flesh constantly begs to be indulged, yet Paul tells us to “make no provision for the flesh in regard to its lusts” (Ro 13:14 NAS). That means distancing ourselves from anything that’s likely to tempt us to sin. Paul told the Corinthians the same thing in even clearer terms: “Flee immorality” (1Co 6:18 NAS)...don’t fight with it.
Though Joseph lived long before the New Testament was written, he exemplifies the way we should avoid sin (Ge 39:6-20). For some time his master’s wife had sought to seduce him. Finally, frustrated by his integrity, she grabbed him by the cloak and said, “Come to bed with me!”
Sudden fear that someone will rob your home
❏Fight ❏Flight
Curiosity about Playboy’s issue on Middle East politics
❏Fight ❏Flight
Urge to “go into hibernation” when friends let you down
❏Fight ❏Flight
Strong sense of anger when child spills your coffee
❏Fight ❏Flight
❏Fight ❏Flight
Now Joseph could have viewed this as a divine appointment. He could have thought, “This may be the ideal opportunity for me to share with her what God has done in my life.” But he didn’t flirt with the temptation. He didn’t even fight it. He simply fled, leaving Potiphar’s wife holding his cloak.
I can imagine one of the servants walking outside the house when suddenly, whoosh! A human-shaped blur flashes out the door at world-class speed.
“What was that?”
Joseph. The man of God. Running for his life.
“Lord!” he pants at the half-mile mark, “help me!”
“I am. Just keep running. You get away from that woman as far and as fast as you can.”
It’s smart to run from temptation. It’s idiotic to stand there and try to stare it down. And yet some would have responded to Joseph’s situation this way:
—John Owen
“God, I sense temptation beginning to develop. I call upon you, Lord. Please deliver me from this situation.”
“I am going to deliver you,” God says. “Run!”
“Lord, I’m trusting you for deliverance. Deliver me right now from this feeling of lust.”
“That won’t happen till I return, and I’m not coming back in the next five minutes. Hit the road, Mr. Potato Head!”
“Lord, I thank you. You’ve caused me to be born again, and I know your power is at work in me. Greater is he who is in me than he who is in the world.”
“Yes, that’s right, and the Greater One is saying, ‘Move!’ Move your body and move it now!”
If you’re serious about sanctification, you’re not trying to see how close you can get to the curb. You’re prepared to drive on the other side of the street, if necessary, to avoid sin. And in areas where you know you’re vulnerable, you’re obeying the command of Jesus: “Watch and pray so that you will not fall into temptation” (Mt 26:41).
We need to cultivate the ability to discern where we are most prone to sin. That way we’ll be able to develop a strategy for avoiding temptation. Areas of vulnerability will differ, but watching isn’t optional for any of us.
In what area(s) do you need to develop a strategy of avoidance? You can probably begin with whatever you’ve been thinking about as you read this section.
A New Set of Clothes
As we saw earlier in Colossians, ridding ourselves of sin is just half of the equation. Paul exhorts us, “Therefore, as God’s chosen people, holy and dearly loved, clothe yourselves with compassion, kindness, humility, gentleness and patience” (Col 3:12, emphasis added). Not only must we put off sin, but we must put on righteousness (Eph 4:22-24).
“These two factors,” writes Jay Adams, “always must be present in order to effect genuine change. Putting off will not be permanent without putting on. Putting on is hypocritical as well as temporary, unless it is accompanied by putting off...Sanctification continues as the believer daily turns from sin / to righteousness.”[21]
For example, if God has exposed materialism or greed in your heart, repent and then begin systematically to replace it with generosity. Start with faithfulness in tithing to your local church; add to that offerings, and look for opportunities to give secretly as well. Perhaps you tend to criticize others. If so, confess the sin of pride and consciously focus on encouraging and honoring others instead. If selfishness is a recurring theme, place yourself in situations where you are required to serve.
What should immediately be obvious is that character cannot be developed or refined in isolation. To cultivate a righteous and fruitful life we need the context of a local church. For example, I may be the model of patience...as long as I’m alone. I could spend days studying the subject of compassion without ever encountering someone who needed care. Unless I interact with others I’m simply incapable of assessing where I need to grow.
The fact is, there are very few Christ-like traits we can develop apart from relationships in the church. We need people to practice on! If we’re intent on change, we’ll commit ourselves to a church where individuals take seriously the biblical exhortations to encourage and correct.
next week or two, set aside as many as five devotional times to meditate on Scriptures highlighting this area. Also, ask God for specific ways to apply what you learn.
Character Trait:
Day One:
Scripture(s) Insights Application
Day Two:
Scripture(s) Insights Application
Day Three:
Scripture(s) Insights Application
Day Four:
Scripture(s) Insights Application
Day Five:
Scripture(s) Insights Application
As you’ve probably perceived by now, battling sin does not happen effortlessly. It involves genuine confession, repentance, obedience to Scripture, accountability to others, and the consistent practice of the spiritual disciplines. You’ll also need courage and perseverance. “There are no quick and easy paths to spiritual maturity,” says R.C. Sproul. “The soul that seeks a deeper level of maturity must be prepared for a long, arduous task.”[22]
—J.I. Packer
But do you know what it feels like to grow? To sense God’s pleasure and presence? To hear his voice? To know you are contributing to the advancement of his kingdom? Nothing compares with that experience. And this is God’s amazing reward for all those willing to put off sin and put on righteousness.
Let me impart fresh hope to you. No matter what you have experienced in the past, you—by the grace of God— can change. Through a determined strategy to attack and avoid sin and clothe yourself with righteousness, you can be a dramatically different person at this time next year.
Group Discussion
1. Imagine you are on the jury trying the serial killer mentioned on page 39. It’s clear the man was frequently beaten by his alcoholic father during childhood. How much of a factor would that be in reaching your verdict?
2. “We have become more concerned about our own needs and feelings than about the character and commands of God,” says the author. (Page 40) What’s an example?
3. What does “self-esteem” mean to you?
4. Does the message of the cross make you more or less secure about your identity?
5. Why is the recovery movement incapable of meeting our deepest needs?
6. Identify the root problem in each of the following scenarios:
—Since being raped in college, Ann has strongly disliked and distrusted men
—Bill is seeking a divorce because his wife shows him little affection
—When under intense pressure, Mary entertains thoughts of suicide
—Rob, who grew up visiting his father only on weekends, is a workaholic
7. What’s the biggest distinction between sanctification and regeneration?
8. Why are relationships in the church so essential for character growth?
9. In what area of your life do you most need a “new set of clothes”?
Recommended Reading
The Pursuit of Holiness by Jerry Bridges (Colorado Springs, CO: NavPress, 1978)
The Practice of Godliness by Jerry Bridges (Colorado Springs, CO: NavPress, 1983)
Holiness by J.C. Ryle (Welwyn, Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1979)
The Enemy Within by Kris Lundgaard (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing, 1998)
References
- ↑ Charles J. Sykes, A Nation of Victims: The Decay of the American Character (New York, NY: St. Martin’s Press, 1992), p. 33.
- ↑ Idem.
- ↑ Franklin E. Payne, Jr., M.D., Biblical/Medical Ethics: The Christian and the Practice of Medicine (Milford, MI: Mott Media, Inc., 1985), p. 155.
- ↑ William K. Kilpatrick, Psychological Seduction: The Failure of Modern Psychology (Nashville, TN: Thomas Nelson, Inc., 1983), p. 24.
- ↑ J.C. Ryle, Holiness (Welwyn, Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1979), p. 1.
- ↑ Robert Schuller, quoted by Michael Scott Horton in Made in America: The Shaping of Modern American Evangelicalism (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1991), p. 78.
- ↑ J.I. Packer, God’s Words (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1981), p. 71.
- ↑ Citado en Anthony A. Hoekema, Created in God’s Image (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1986), p. 106.
- ↑ Anthony A. Hoekema, Saved by Grace (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1989), p. 153.
- ↑ Dan Matzat, et al., Power Religion: The Selling Out of the Evangelical Church?, Michael Scott Horton, ed. (Chicago, IL: Moody Press, 1992), p. 256.
- ↑ Larry Crabb, Men and Women (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1991), p. 114.
- ↑ F.F. Bruce, The New International Commentary on the New Testament: Colossians, Philemon, and Ephesians (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1984), p. 140.
- ↑ Jerry Bridges, The Practice of Godliness (Colorado Springs, CO: NavPress, 1983), pp. 75-76.
- ↑ Jerry Bridges, The Pursuit of Holiness (Colorado Springs, CO: NavPress, 1978), p. 32.
- ↑ Citado en Packer, God’s Words, pp.184-185.
- ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1989), p. 158.
- ↑ J.I. Packer, God’s Words, p. 182.
- ↑ J.C. Ryle, Holiness, p. 55.
- ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life, p. 162.
- ↑ John Owen, Temptation and Sin (Evansville, IN: Sovereign Grace Book Club, reprint edition, 1958), p. 31.
- ↑ Jay E. Adams, The Christian Counselor’s Manual (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1973), pp. 177, 179.
- ↑ R.C. Sproul, The Soul’s Quest for God (Wheaton, IL: Tyndale House, 1992), p. 7.
- ↑ J.I. Packer, God’s Words, p. 185.