How Can I Change?/Living for That Final Day/es

From Gospel Translations

Revision as of 17:54, 17 June 2008 by Cmullery (Talk | contribs)
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¿Cuándo fue la última vez que oíste un sermón sobre el infierno? El cielo es un tema mucho más popular, pero aún eso se ignora en estos días. La tendencia en la predicación contemporánea es enfocarse no en nuestro eterno futuro, sino en nuestras presentes “necesidades percibidas”. Y aunque pueda que esos mensajes atraigan a las multitudes, no logran desarrollar madurez ni dar formación a la Iglesia. Escucha esta excelente observación por Darius Salter de su libro What Really Matters in Ministry:
Ha sucedido algo sorprendente entre los cristianos occidentales. Muchos de nosotros habitualmente pensamos y nos comportamos como si no hubiera eternidad - o como si lo que hacemos en esta vida presente no tuviera nada que ver con la eternidad...Vivir ajenos a la eternidad nos hace expertos en lo insignificante y novatos en lo significante. Podemos nombrar esa melodía, nombrar a los jugadores de fútbol, nombrar el estreno de la película de tal actor, nombrar el principal producto de exportación de tal país, y detallar las diferencias entre modelos de computadoras o tipos de automóviles. Ninguna de estas cosas es mala, por supuesto, pero es ciertamente revelador cuando consideramos que la mayoría de los cristianos, cuanto menos el público en general, ni siquiera tiene una idea correcta de lo que la Biblia dice que nos sucederá después de morir. Nuestra asignatura principal es lo momentáneo y la secundaria es lo trascendental.[1]
— Randy Alcorn

La falta de raíces en lo eterno puede ser el mayor defecto de la predicación evangélica que atrae a grandes números de personas...El principal propósito de predicar no debe ser acumular beneficios en esta vida para los feligreses sino preparar a los individuos para que comparezcan ante la presencia de Cristo. No hay propósito ni motivación más grande que saber que todos nosotros nos dirigimos a la eternidad, y muy en breve.[2]

Si alguien fue enraizado y motivado por lo eterno, éste fue Pablo. Sin descuidar las necesidades prácticas de aquellos a quienes servía, él constantemente llamaba la atención de ellos a la vida que estaba por venir. Y nos dice por qué en su segunda Epístola a los Corintios: “Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo” (2Co 5:10).

Este versículo revela uno de los incentivos más apremiantes de la Escritura - y el que se pasa por alto con más frecuencia - para la santificación. Habla de un día cuando seremos juzgados por la manera en que hemos vivido como respuesta a la gracia de Dios. A base de esa evaluación, Cristo dará a cada creyente “lo que se merece”. Uno no necesita meditar mucho tiempo sobre las implicaciones de ese versículo para desarrollar un apetito para llevar una vida santa. Tenemos una vida corta en la que podemos determinar nuestras recompensas eternas...o nuestra pérdida eterna. Es esta urgencia que Pablo buscaba impartir a las iglesias a las que servía.

Contents

Vivir Según un Calendario de Dos Días

De modo que, como prisionero para el Señor, te recomiendo encarecidamente que lleves una vida digna del llamado que has recibido. (Ef 4:1)

Para más estudio: Lee Efesios 2:6-7. ¿Cuál dice Pablo que es el propósito del llamado de Dios en nuestra vida?

Todo cristiano genuino ha recibido un llamado de Dios. Este llamado fue concebido en la eternidad pasada. Antes de crear el mundo, Dios ya nos había escogido para ser suyos (Ef 1:4). En el momento de nuestra regeneración experimentamos el efecto de esa decisión. Esto no es un resultado del esfuerzo humano, ni tampoco es una recompensa por las buenas obras - es totalmente una obra de gracia. Sin embargo, en respuesta al llamado de Dios tenemos la responsabilidad de vivir de cierto modo.

Este es un asunto que con frecuencia se entiende mal, así que por favor síguelo con cuidado: Nunca fuimos ni nunca seremos dignos de su llamado. Pablo no nos está exhortando a que de alguna manera cualifiquemos para nuestro llamado. Eso sería imposible y sería una negación de la gracia. Él lo describe a los efesios como un llamado “que Dios nos dio” - no algo que ellos habían logrado. “Las riquezas de la gracia que Dios nos dio en abundancia” (Ef 1:7-8) incondicional y libremente por medio de la elección, la adopción, la redención, y la regeneración.

Medita en 2 Tesalonicenses 1:11. Nos da gran seguridad saber que las expectaciones de Dios de una vida digna se cumplen porque Él nos da el poder para vivir según lo exige ese llamado.

Todo cristiano necesita cultivar una confianza de y seguridad en este llamado. No obstante es nuestro privilegio y responsabilidad construir sobre ese fundamento por medio del proceso de santificación. Como Pablo dijo de sí mismo, “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa” (1Co 15:10). Habiendo recibido un llamado del que no éramos dignos, ahora somos responsables de vivir como dignos de ese llamado.

Pablo vivía intensamente consciente de que todos nosotros un día apareceríamos ante Cristo para dar cuenta de la manera en que hemos respondido a su llamado. Pero para algunos esto quizás parezca una contradicción. Si Cristo nos ha perdonado y nos acepta, ¿de qué se trata esto de un juicio?

1 Lee la segunda mitad del versículo mencionado arriba (1 Corintios 15:10). ¿Cómo describe Pablo el efecto que tuvo la gracia en él?

❏Lo hizo sentirse mejor sobre sí mismo

❏Le ayudó a relajarse en vez de sentirse presionado

❏Lo aseguró de la aceptación de Dios

❏Le evitó esforzarse

❏Lo motivó a trabajar duro para el reino

Como cristianos, no seremos juzgados por nuestros pecados en el día del juicio. Jesucristo ya ha sido juzgado en nuestro lugar. Por su expiatorio sacrificio a favor nuestro ya hemos sido salvados de la ira de Dios. “Y ahora que hemos sido justificados por su sangre [de Cristo],¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios!” (Ro 5:9; ve también Ro 8:1).

Pero ¿seremos juzgados por las obras que hemos hecho - o que hemos dejado sin hacer - desde la conversión? Definitivamente. Todos nosotros daremos cuenta a Dios y nuestra vida será evaluada. Pablo presenta esto en términos muy vívidos:

Medita en Job 34:11-12. ¿Cómo es que las recompensas - tanto buenas como malas - revelan la justicia de Dios?

Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno...pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego. (1Co 3:12-13,15)

Es crítico que captemos esta distinción. Aunque nuestra reconciliación con Dios ha sido asegurada, nuestras recompensas (o pérdida de las mismas) serán determinadas por el punto hasta el que hemos buscado la santidad en respuesta a su llamado. No es que Dios esté obligado a recompensarnos - esto, también, es un acto de pura gracia, como Jerry Bridges tan bien lo describe:

Para más estudio: ¿Qué apremiante motivación tuvieron en común Moisés y Jesús? (Lee Hebreos 11:26, 12:2)

Esta es una asombrosa historia de la gracia de Dios. Dios nos salva por su gracia y por su gracia nos transforma más y más en la semejanza de su Hijo. En todas nuestras pruebas y aflicciones, Él nos alienta y nos fortalece con su gracia. También nos llama por gracia a desempeñar nuestra propia y única función dentro del Cuerpo de Cristo. Luego, de nuevo por gracia, da a cada uno de nosotros los dones espirituales necesarios para cumplir con su llamado. A medida que lo servimos, Él hace ese servicio aceptable a sí mismo por gracia, y luego nos recompensa cien veces por gracia.[3] Pero yo creo que es seguro decir que la mayoría de los cristianos tiene la actitud que dice que si tan sólo logro pasar por la taquilla ya me las he arreglado para la eternidad. Suponen que todos terminarán en los “asientos generales”. Pero eso simplemente no es bíblico. La Escritura enseña claramente que las recompensas variarán. Pasar por alto esta verdad es descuidar uno de los principales incentivos para la santificación.

Habrá grandes recompensas, menores recompensas, y - para algunos - ninguna recompensa. Por lo tanto habrá mucha diversidad, aunque todos compartiremos de la bendición del mundo venidero. Tal es la gracia y justicia del buen Señor.[4]
J. Rodman William

Martín Lutero dijo que sólo había dos días en su calendario: “hoy” y “aquel Día”.[5] Cada día nos acerca más a ese Día. Será un día de regocijo sin paralelo cuando veamos a nuestro Señor cara a cara. Pero también será un día de intenso escrutinio y examen. Y como explica Randy Alcorn, “Somos nosotros, por virtud de las decisiones que tomamos cada hora y cada día, quienes determinaremos lo que suceda en ese día”.[6]

Dios preguntará: “En vista de lo que has recibido, en vista de la gracia que yo te extendí a pesar de tu falta de mérito, ¿dónde invertiste tu vida? ¿Cuáles fueron tus prioridades y valores? ¿Me serviste o me usaste? ¿Llevaste una vida digna de tu llamado?” De nuevo, nuestras respuestas a esas preguntas no determinarán nuestra reconciliación con Dios, pero tendrán todo que ver con si recibiremos o no las recompensas que Dios con tanta ansiedad desea darnos.

En su excelente libro Money, Possessions and Eternity, Randy Alcorn escribe sobre este tema que tan raramente se considera hoy día. Yo encuentro su perspectiva útil en extremo y muy motivadora:

Medita en Efesios 5:16. ¿A qué crítico “hábito de estudio” nos anima este versículo?

El cielo será un lugar maravilloso. Pero lo que rara vez consideramos es que en el punto de entrada al cielo la Escritura claramente nos dice que hay un juicio de los creyentes que determinará por toda la eternidad nuestro lugar o estado en el cielo...la Escritura simplemente no enseña lo que la mayoría de nosotros parece dar por sentado-que el cielo nos transformará a todos en seres iguales con posesiones iguales y responsabilidades iguales y capacidades iguales. No dice que nuestra vida anterior carecerá de eterna importancia. Dice exactamente lo opuesto...

Se nos ha dado justa advertencia de que a cada uno de nosotros nos espera, al final del curso, un examen final. Será administrado por el director más justo y más estricto del universo. Cuán en serio tomamos esta clara enseñanza de la Escritura se demuestra con cuán en serio nos estamos preparando para ese día.

Cuando tomamos nuestras clases en la universidad nos preguntamos a nosotros mismos y a otros sobre el profesor: “¿Cómo son sus exámenes? ¿Toma asistencia? ¿Es estricto para calificar? ¿Qué espera en las composiciones?” Si voy a salir bien en la clase, debo saber lo que el instructor espera de mí. Debemos estudiar el programa de clase, la Palabra de Dios, para saber las respuestas a estas preguntas. Y cuando las sabemos, debemos tener cuidado de trazar nuestra vida de acuerdo a ellas - en vista del largo mañana.[7]

2 ¿Cómo podría el examen final de Dios ser diferente a los procesos de prueba comunes en las universidades hoy?

❏No se nos calificará en una curva

❏No podremos hacer trampa

❏No podremos apelar la nota

❏No podremos estudiarlo todo a última hora

❏Todo lo anterior

El regreso de nuestro Señor era un día que Pablo anticipaba añorante. Nosotros deberíamos hacer lo mismo. Seguros en el hecho de que estamos justificados ante Él, debemos dedicarnos a las buenas obras que Él ha preparado de antemano, cumpliendo su eterno propósito en el contexto de la iglesia local. Entonces podremos compartir la confianza de Pablo de que “me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día” (2Ti 4:8). Pero las coronas cuestan mucho. Pablo había vivido digno de su llamado. Ahora veamos a alguien que no lo hizo.

The Wisest Fool

It can be quite sobering to examine the private lives of prominent figures. After studying one hundred of the most well-known leaders in Scripture, author Robert Clinton found that fewer than 25% of them finished life’s course with their reputation and leadership intact. Perhaps the most tragic of those failures was Solomon.

Solomon started off with such potential and promise. Soon after his birth, the prophet Nathan announced that God had a specific and special name for him: Jedidiah, meaning “loved by God” (2Sa 12:25). Every time someone used his special nickname it was a fresh reminder of God’s affection. (You can guess that Solomon’s brothers and sisters at times found it difficult growing up with him.)

"Resolved, never to do anything which I would be afraid to do if it were the last hour of my life."[8]
— Jonathan Edwards

As David’s successor, Solomon inherited the throne of a thriving kingdom. Initially he displayed genuine humility. One night after he sacrificed a thousand burnt offerings, God appeared to him in a dream and said, “Ask for whatever you want me to give you.” Solomon, aware of his limitations as well as his responsibilities, responded, “I am only a little child and do not know how to carry out my duties...So give your servant a discerning heart to govern your people and to distinguish between right and wrong. For who is able to govern this great people of yours?” (1Ki 3:7-9). God was so pleased with the request that he promised to make Solomon the wisest man (other than Jesus) in history and to prosper and honor him above all other kings. With God’s anointing, Solomon was able to lead Israel into unprecedented and unparalleled prosperity.

But in the final analysis, Solomon squandered his call. How unprepared we are for Scripture’s final assessment of his life:

For Further Study: Read Hebrews 6:7-8. What will become of the person who soaks up God’s grace without bearing fruit?

The Lord became angry with Solomon because his heart had turned away from the Lord...So the Lord said to Solomon, “Since this is your attitude and you have not kept my covenant and my decrees, which I commanded you, I will most certainly tear the kingdom away from you and give it to one of your subordinates.” (1Ki 11:9,11)

What happened? How could a man with Solomon’s unique calling bring upon himself such strong discipline? The Bible doesn’t leave us speculating: “His heart was not fully devoted to the Lord his God, as the heart of David his father had been” (1Ki 11:4). Though loved, called, and uniquely gifted by God, Solomon developed a pattern of disobedience that led to his gradual, spiritual deterioration. He failed to heed his own wise counsel: “Above all else, guard your heart, for it is the wellspring of life” (Pr 4:23).

3 Solomon let his many wives lead his heart astray (1Kings 11:3). Is there anything preventing your heart from being fully devoted to the Lord your God?






In the mercy of God, Solomon repented before he died. But God’s forgiveness couldn’t relieve the agony of regret as he pondered what his life could and should have been.

His reflections are recorded in the Book of Ecclesiastes,the painful memoirs of an old man who realized much of his life had been spent in vain. Rather than live worthy of his calling, Solomon pursued every form of personal pleasure (Ecc 2:10) and found it failed to deliver as advertised. There is much we can learn from his final words:

Now all has been heard; here is the conclusion of the matter: Fear God and keep his commandments, for this is the whole duty of man. For God will bring every deed into judgment, including every hidden thing, whether it is good or evil. (Ecc 12:13-14)

Meditate on Hebrews 6:11-12. An early lead in the race of faith is no guarantee of success; it’s how you finish that counts.

As Solomon prepared to die, I believe he was painfully aware he would not hear the words, “Well done.” Only those who have done well will. But his life has been preserved as a warning so that we might avoid a similar experience. There is no reason for us to end our lives with regret. By committing our lives to the process of sanctification, we can prove to be wiser than Solomon.

How to Ask the Right Questions

One day we will stand before God—not as a group, but alone. He will then evaluate all that’s transpired in our lives since conversion. Scripture gives us a preview of that moment: “He will bring to light what is hidden in darkness and expose the motives of men’s hearts. At that time each will receive his praise from God” (1Co 4:5).

"In most graphic terms, on the day of judgment God will ask, ‘What did you do?’ He will not ask, ‘What happened to you?'"[9]
— David Powlison

To make this possible, he has called us and regenerated us, prepared good works for us to walk in, and placed us in the local church where we can apply and obey biblical teaching. However, we must be aware that he is a just God...and an objective grader. When that day comes, there will be no second opportunity.

History tells us of an individual who did receive a second chance. Randy Alcorn relates the story:

Meditate on 1 Corinthians 3:8. Can you find the phrase in this verse which indicates how we will be rewarded?

Alfred Nobel was a Swedish chemist who made his fortune by inventing dynamite and other powerful explosives, which were bought by governments to produce weapons. When Nobel’s brother died, one newspaper accidentally printed Alfred’s obituary instead. He was described as a man who became rich from enabling people to kill each other in unprecedented quantities. Shaken from this assessment, Nobel resolved to use his fortune to reward accomplishments that benefited humanity, including what we now know as the Nobel Peace Prize.

4 What are three qualities or accomplishments you would like to be highlighted in your own obituary?



Nobel had a rare opportunity—to look at the assessment of his life at its end, but to still be alive and have opportunity to change that assessment.

Let us put ourselves in Nobel’s place. Let us read our own obituary, not as written by uninformed or biased men, but as an onlooking angel might write it from heaven’s point of view. Look at it carefully. Then let us use the rest of our lives to edit that obituary into what we really want it to be.[10]

Editing our obituaries begins with the willingness to ask some penetrating questions. In fact, every day of our lives should be marked by probing biblical assessment:

“Is my knowledge of and passion for God growing?”

“Am I regularly practicing the spiritual disciplines?”

“Can others confirm that I’m growing in character?”

“Am I committed and serving in the local church?”

“Is this activity worthy of the call I have received?”

“What am I doing that’s making an eternal difference?”

No decision or activity should be exempt from this kind of questioning. “The reality of our eternal future should dominate and determine the character of our present life, right down to the words we speak and the actions we take,” writes Alcorn.[11] If God is going to evaluate every aspect of our lives, so should we. This will transform the way we view work, leisure, church involvements, and relationships. And it will insure that a lot less goes up in flames on that final day.

"It ought to be the business of every day to prepare for our last day."[12]

The writer of Hebrews exhorts us to “consider how we may spur one another on toward love and good deeds. Let us not give up meeting together, as some are in the habit of doing, but let us encourage one another—and all the more as you see the Day approaching” (Heb 10:24-25). I trust this chapter has enabled you to see the Day that is inevitably approaching. And we pray this book has encouragedand provoked you in the process of sanctification.

Meditate on Revelation 22:12,14. Like Martin Luther, let’s make this the most important day on our calendar...and start to live accordingly.

It’s not an easy way you have chosen. Sanctification will be difficult, challenging, and painful—though nothing like the pain of God’s disapproval. But when the Day comes and you hear God say, “Well done,” all sacrifice will pale in light of your eternal reward. Compared to that, nothing else really matters.

Nothing.

Group Discussion

  1. Darius Salter writes, “The preacher who best equips his hearers to cope with the pressures of American society may not be the preacher who best prepares his people for heaven.”[13] Divide the group into two parts: the “Earthly Minded” and the “Heavenly Minded.” Let each group come up with three relevant sermon titles which reflect its perspective, and then compare notes.
  2. How can we show God we are worthy of his calling? (Warning: This is a trick question.)
  3. Should we be afraid to appear before the Judgment Seat of Christ?
  4. Before reading this chapter, did you think everybody in heaven would wind up in “General Seating”? Explain.
  5. What’s the difference between pursuing rewards and trying to earn our salvation?
  6. Is it sub-spiritual to be motivated by rewards?
  7. What were the highlights of your obituary? (Page 90)
  8. How are you going to respond to this chapter?

Recommended Reading

Money, Possessions and Eternity by Randy Alcorn (Wheaton, IL: Tyndale House, 1989)

References

  1. Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity (Wheaton, IL: Tyndale House, 1989), pp. 138, 139.
  2. Darius Salter, What Really Matters in Ministry (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1990), pp. 123, 124.
  3. Jerry Bridges, Transforming Grace (Colorado Springs, CO: NavPress,1991), pp. 169-170.
  4. J. Rodman Williams, Renewal Theology, Volume 3: The Church, the Kingdom, and Last Things (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1992), p. 457.
  5. Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, p. 151.
  6. Idem.
  7. Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, pp. 144, 149, 150-51.
  8. Jonathan Edwards—Representative Selections, with Introduction, Bibliography, and Notes, Clarence H. Faust and Thomas H. Johnson, ed. (New York, NY: Hill and Wang, revised edition, 1962), p. 38.
  9. David Powlison, “Crucial Issues in Contemporary Biblical Counseling” in Journal of Pastoral Practice, Vol. IX, No. 3, 1988, p. 61.
  10. Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, p. 151.
  11. Ibid., p. 139.
  12. Ibid., p. 137.
  13. Darius Salter, What Really Matters in Ministry, p. 121.
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