How Can I Change?/Living for That Final Day/es
From Gospel Translations
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— Randy Alcorn
La falta de raíces en lo eterno puede ser el mayor defecto de la predicación evangélica que atrae a grandes números de personas...El principal propósito de predicar no debe ser acumular beneficios en esta vida para los feligreses sino preparar a los individuos para que comparezcan ante la presencia de Cristo. No hay propósito ni motivación más grande que saber que todos nosotros nos dirigimos a la eternidad, y muy en breve.[2]
Si alguien fue enraizado y motivado por lo eterno, éste fue Pablo. Sin descuidar las necesidades prácticas de aquellos a quienes servía, él constantemente llamaba la atención de ellos a la vida que estaba por venir. Y nos dice por qué en su segunda Epístola a los Corintios: “Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo” (2Co 5:10).
Este versículo revela uno de los incentivos más apremiantes de la Escritura - y el que se pasa por alto con más frecuencia - para la santificación. Habla de un día cuando seremos juzgados por la manera en que hemos vivido como respuesta a la gracia de Dios. A base de esa evaluación, Cristo dará a cada creyente “lo que se merece”. Uno no necesita meditar mucho tiempo sobre las implicaciones de ese versículo para desarrollar un apetito para llevar una vida santa. Tenemos una vida corta en la que podemos determinar nuestras recompensas eternas...o nuestra pérdida eterna. Es esta urgencia que Pablo buscaba impartir a las iglesias a las que servía.
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Vivir Según un Calendario de Dos Días
De modo que, como prisionero para el Señor, te recomiendo encarecidamente que lleves una vida digna del llamado que has recibido. (Ef 4:1)
Todo cristiano genuino ha recibido un llamado de Dios. Este llamado fue concebido en la eternidad pasada. Antes de crear el mundo, Dios ya nos había escogido para ser suyos (Ef 1:4). En el momento de nuestra regeneración experimentamos el efecto de esa decisión. Esto no es un resultado del esfuerzo humano, ni tampoco es una recompensa por las buenas obras - es totalmente una obra de gracia. Sin embargo, en respuesta al llamado de Dios tenemos la responsabilidad de vivir de cierto modo.
Este es un asunto que con frecuencia se entiende mal, así que por favor síguelo con cuidado: Nunca fuimos ni nunca seremos dignos de su llamado. Pablo no nos está exhortando a que de alguna manera cualifiquemos para nuestro llamado. Eso sería imposible y sería una negación de la gracia. Él lo describe a los efesios como un llamado “que Dios nos dio” - no algo que ellos habían logrado. “Las riquezas de la gracia que Dios nos dio en abundancia” (Ef 1:7-8) incondicional y libremente por medio de la elección, la adopción, la redención, y la regeneración.
Todo cristiano necesita cultivar una confianza de y seguridad en este llamado. No obstante es nuestro privilegio y responsabilidad construir sobre ese fundamento por medio del proceso de santificación. Como Pablo dijo de sí mismo, “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa” (1Co 15:10). Habiendo recibido un llamado del que no éramos dignos, ahora somos responsables de vivir como dignos de ese llamado.
Pablo vivía intensamente consciente de que todos nosotros un día apareceríamos ante Cristo para dar cuenta de la manera en que hemos respondido a su llamado. Pero para algunos esto quizás parezca una contradicción. Si Cristo nos ha perdonado y nos acepta, ¿de qué se trata esto de un juicio?
❏Lo hizo sentirse mejor sobre sí mismo
❏Le ayudó a relajarse en vez de sentirse presionado
❏Lo aseguró de la aceptación de Dios
❏Le evitó esforzarse
❏Lo motivó a trabajar duro para el reinoComo cristianos, no seremos juzgados por nuestros pecados en el día del juicio. Jesucristo ya ha sido juzgado en nuestro lugar. Por su expiatorio sacrificio a favor nuestro ya hemos sido salvados de la ira de Dios. “Y ahora que hemos sido justificados por su sangre [de Cristo],¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios!” (Ro 5:9; ve también Ro 8:1).
Pero ¿seremos juzgados por las obras que hemos hecho - o que hemos dejado sin hacer - desde la conversión? Definitivamente. Todos nosotros daremos cuenta a Dios y nuestra vida será evaluada. Pablo presenta esto en términos muy vívidos:
Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno...pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego. (1Co 3:12-13,15)
Es crítico que captemos esta distinción. Aunque nuestra reconciliación con Dios ha sido asegurada, nuestras recompensas (o pérdida de las mismas) serán determinadas por el punto hasta el que hemos buscado la santidad en respuesta a su llamado. No es que Dios esté obligado a recompensarnos - esto, también, es un acto de pura gracia, como Jerry Bridges tan bien lo describe:
Esta es una asombrosa historia de la gracia de Dios. Dios nos salva por su gracia y por su gracia nos transforma más y más en la semejanza de su Hijo. En todas nuestras pruebas y aflicciones, Él nos alienta y nos fortalece con su gracia. También nos llama por gracia a desempeñar nuestra propia y única función dentro del Cuerpo de Cristo. Luego, de nuevo por gracia, da a cada uno de nosotros los dones espirituales necesarios para cumplir con su llamado. A medida que lo servimos, Él hace ese servicio aceptable a sí mismo por gracia, y luego nos recompensa cien veces por gracia.[3] Pero yo creo que es seguro decir que la mayoría de los cristianos tiene la actitud que dice que si tan sólo logro pasar por la taquilla ya me las he arreglado para la eternidad. Suponen que todos terminarán en los “asientos generales”. Pero eso simplemente no es bíblico. La Escritura enseña claramente que las recompensas variarán. Pasar por alto esta verdad es descuidar uno de los principales incentivos para la santificación.
J. Rodman William
Martín Lutero dijo que sólo había dos días en su calendario: “hoy” y “aquel Día”.[5] Cada día nos acerca más a ese Día. Será un día de regocijo sin paralelo cuando veamos a nuestro Señor cara a cara. Pero también será un día de intenso escrutinio y examen. Y como explica Randy Alcorn, “Somos nosotros, por virtud de las decisiones que tomamos cada hora y cada día, quienes determinaremos lo que suceda en ese día”.[6]
Dios preguntará: “En vista de lo que has recibido, en vista de la gracia que yo te extendí a pesar de tu falta de mérito, ¿dónde invertiste tu vida? ¿Cuáles fueron tus prioridades y valores? ¿Me serviste o me usaste? ¿Llevaste una vida digna de tu llamado?” De nuevo, nuestras respuestas a esas preguntas no determinarán nuestra reconciliación con Dios, pero tendrán todo que ver con si recibiremos o no las recompensas que Dios con tanta ansiedad desea darnos.
En su excelente libro Money, Possessions and Eternity, Randy Alcorn escribe sobre este tema que tan raramente se considera hoy día. Yo encuentro su perspectiva útil en extremo y muy motivadora:
El cielo será un lugar maravilloso. Pero lo que rara vez consideramos es que en el punto de entrada al cielo la Escritura claramente nos dice que hay un juicio de los creyentes que determinará por toda la eternidad nuestro lugar o estado en el cielo...la Escritura simplemente no enseña lo que la mayoría de nosotros parece dar por sentado-que el cielo nos transformará a todos en seres iguales con posesiones iguales y responsabilidades iguales y capacidades iguales. No dice que nuestra vida anterior carecerá de eterna importancia. Dice exactamente lo opuesto...
Se nos ha dado justa advertencia de que a cada uno de nosotros nos espera, al final del curso, un examen final. Será administrado por el director más justo y más estricto del universo. Cuán en serio tomamos esta clara enseñanza de la Escritura se demuestra con cuán en serio nos estamos preparando para ese día.
Cuando tomamos nuestras clases en la universidad nos preguntamos a nosotros mismos y a otros sobre el profesor: “¿Cómo son sus exámenes? ¿Toma asistencia? ¿Es estricto para calificar? ¿Qué espera en las composiciones?” Si voy a salir bien en la clase, debo saber lo que el instructor espera de mí. Debemos estudiar el programa de clase, la Palabra de Dios, para saber las respuestas a estas preguntas. Y cuando las sabemos, debemos tener cuidado de trazar nuestra vida de acuerdo a ellas - en vista del largo mañana.[7]
❏No se nos calificará en una curva
❏No podremos hacer trampa
❏No podremos apelar la nota
❏No podremos estudiarlo todo a última hora
❏Todo lo anteriorEl regreso de nuestro Señor era un día que Pablo anticipaba añorante. Nosotros deberíamos hacer lo mismo. Seguros en el hecho de que estamos justificados ante Él, debemos dedicarnos a las buenas obras que Él ha preparado de antemano, cumpliendo su eterno propósito en el contexto de la iglesia local. Entonces podremos compartir la confianza de Pablo de que “me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día” (2Ti 4:8). Pero las coronas cuestan mucho. Pablo había vivido digno de su llamado. Ahora veamos a alguien que no lo hizo.
El Tonto Más Sabio
Examinar la vida privada de figuras prominentes puede hacernos reflexionar mucho. Después de estudiar cien de los líderes mejor conocidos de la Escritura, el autor Robert Clinton encontró que menos de 25% de ellos terminó el curso de la vida con su reputación y su liderazgo intactos. Quizás el más trágico de esos fracasos fue Salomón.
Salomón comenzó con tanto potencial y promesa. Pronto después de nacer, el profeta Natán anunció que Dios tenía un nombre específico y especial para él: Jedidías, que quería decir “amado por Dios” (2S 12:25). Cada vez que alguien usaba su apodo especial era un nuevo recordatorio del afecto de Dios. (Nos podemos imaginar que a los hermanos de Salomón a veces se les hacía difícil crecer a su lado.)
— Jonathan Edwards
Como el sucesor de David, Salomón heredó el trono de un próspero reino. Al principio demostró genuina humildad. Una noche después de ofrecer mil holocaustos, Dios se le apareció en un sueño y le dijo, “Pídeme lo que quieras”. Salomón, conciente de sus limitaciones como también de sus responsabilidades, respondió, “No soy más que un muchacho, y apenas sé cómo comportarme...te ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?” (1R 3:7-9). Dios se agradó tanto con la petición que prometió hacer a Salomón el hombre más sabio (aparte de Jesús) de la historia y prosperarlo y honrarlo sobre todos los demás reyes. Con la unción de Dios, Salomón pudo dirigir a Israel hacia una prosperidad sin antecedente ni paralelo.
Pero en el análisis final, Salomón desperdició su llamado. No estamos preparados para la evaluación final que la Escritura hace de su vida:
Entonces el SEÑOR, Dios de Israel, se enojó con Salomón porque su corazón se había apartado de él...el SEÑOR le dijo: Ya que procedes de este modo, y no has cumplido con mi pacto ni con los decretos que te he ordenado, puedes estar seguro de que te quitaré el reino y se lo daré a uno de tus siervos. (1R 11:9,11)
¿Qué sucedió? ¿Cómo podía un hombre con el singular llamado de Salomón acarrearse para sí una disciplina tan fuerte? La Biblia no nos deja especulando: “Sus mujeres le pervirtieron el corazón...y no siempre fue fiel al SEÑOR su Dios como lo había sido su padre David” (1R 11:4). Aunque amado, llamado, y singularmente dotado por Dios, Salomón desarrolló un patrón de desobediencia que lo llevó a su gradual deterioro espiritual. Faltó en obedecer su propio sabio consejo: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida” (Pr 4:23).
En la misericordia de Dios, Salomón se arrepintió antes de morir. Pero el perdón de Dios no pudo aliviar la agonía de remordimiento cuando meditaba en lo que su vida pudo y debió haber sido.
Sus reflexiones se encuentran en el libro de Eclesiastés, las dolorosas memorias de un viejo que se dio cuenta que había pasado mucha de su vida en vano. Antes que vivir digno de su llamado, Salomón fue tras toda forma de placer personal (Ec 2:10) y encontró que no ofrecía lo que anunciaba. Hay mucho que podemos aprender de sus palabras finales:
El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto. (Ec 12:13-14)
Mientras Salomón se preparaba para morir, yo creo que estaba dolorosamente conciente de que no oiría las palabras “Hiciste bien” del capítulo 19 de Lucas. Sólo los que han hecho bien las oirán. Pero su vida ha sido preservada como una advertencia para que podamos evitar una experiencia similar. No hay razón para que nosotros terminemos nuestra vida con remordimiento. Al dedicar nuestra vida al proceso de la santificación, podemos probar ser más sabios que Salomón.
How to Ask the Right Questions
One day we will stand before God—not as a group, but alone. He will then evaluate all that’s transpired in our lives since conversion. Scripture gives us a preview of that moment: “He will bring to light what is hidden in darkness and expose the motives of men’s hearts. At that time each will receive his praise from God” (1Co 4:5).
— David Powlison
To make this possible, he has called us and regenerated us, prepared good works for us to walk in, and placed us in the local church where we can apply and obey biblical teaching. However, we must be aware that he is a just God...and an objective grader. When that day comes, there will be no second opportunity.
History tells us of an individual who did receive a second chance. Randy Alcorn relates the story:
Alfred Nobel was a Swedish chemist who made his fortune by inventing dynamite and other powerful explosives, which were bought by governments to produce weapons. When Nobel’s brother died, one newspaper accidentally printed Alfred’s obituary instead. He was described as a man who became rich from enabling people to kill each other in unprecedented quantities. Shaken from this assessment, Nobel resolved to use his fortune to reward accomplishments that benefited humanity, including what we now know as the Nobel Peace Prize.
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Nobel had a rare opportunity—to look at the assessment of his life at its end, but to still be alive and have opportunity to change that assessment.
Let us put ourselves in Nobel’s place. Let us read our own obituary, not as written by uninformed or biased men, but as an onlooking angel might write it from heaven’s point of view. Look at it carefully. Then let us use the rest of our lives to edit that obituary into what we really want it to be.[10]
Editing our obituaries begins with the willingness to ask some penetrating questions. In fact, every day of our lives should be marked by probing biblical assessment:
“Is my knowledge of and passion for God growing?”
“Am I regularly practicing the spiritual disciplines?”
“Can others confirm that I’m growing in character?”
“Am I committed and serving in the local church?”
“Is this activity worthy of the call I have received?”
“What am I doing that’s making an eternal difference?”
No decision or activity should be exempt from this kind of questioning. “The reality of our eternal future should dominate and determine the character of our present life, right down to the words we speak and the actions we take,” writes Alcorn.[11] If God is going to evaluate every aspect of our lives, so should we. This will transform the way we view work, leisure, church involvements, and relationships. And it will insure that a lot less goes up in flames on that final day.
The writer of Hebrews exhorts us to “consider how we may spur one another on toward love and good deeds. Let us not give up meeting together, as some are in the habit of doing, but let us encourage one another—and all the more as you see the Day approaching” (Heb 10:24-25). I trust this chapter has enabled you to see the Day that is inevitably approaching. And we pray this book has encouragedand provoked you in the process of sanctification.
It’s not an easy way you have chosen. Sanctification will be difficult, challenging, and painful—though nothing like the pain of God’s disapproval. But when the Day comes and you hear God say, “Well done,” all sacrifice will pale in light of your eternal reward. Compared to that, nothing else really matters.
Nothing.
Group Discussion
- Darius Salter writes, “The preacher who best equips his hearers to cope with the pressures of American society may not be the preacher who best prepares his people for heaven.”[13] Divide the group into two parts: the “Earthly Minded” and the “Heavenly Minded.” Let each group come up with three relevant sermon titles which reflect its perspective, and then compare notes.
- How can we show God we are worthy of his calling? (Warning: This is a trick question.)
- Should we be afraid to appear before the Judgment Seat of Christ?
- Before reading this chapter, did you think everybody in heaven would wind up in “General Seating”? Explain.
- What’s the difference between pursuing rewards and trying to earn our salvation?
- Is it sub-spiritual to be motivated by rewards?
- What were the highlights of your obituary? (Page 90)
- How are you going to respond to this chapter?
Recommended Reading
Money, Possessions and Eternity by Randy Alcorn (Wheaton, IL: Tyndale House, 1989)
References
- ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity (Wheaton, IL: Tyndale House, 1989), pp. 138, 139.
- ↑ Darius Salter, What Really Matters in Ministry (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1990), pp. 123, 124.
- ↑ Jerry Bridges, Transforming Grace (Colorado Springs, CO: NavPress,1991), pp. 169-170.
- ↑ J. Rodman Williams, Renewal Theology, Volume 3: The Church, the Kingdom, and Last Things (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1992), p. 457.
- ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, p. 151.
- ↑ Idem.
- ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, pp. 144, 149, 150-51.
- ↑ Jonathan Edwards—Representative Selections, with Introduction, Bibliography, and Notes, Clarence H. Faust y Thomas H. Johnson, ed. (New York, NY: Hill and Wang, revised edition, 1962), p. 38.
- ↑ David Powlison, “Crucial Issues in Contemporary Biblical Counseling” in Journal of Pastoral Practice, Vol. IX, No. 3, 1988, p. 61.
- ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, p. 151.
- ↑ Ibid., p. 139.
- ↑ Ibid., p. 137.
- ↑ Darius Salter, What Really Matters in Ministry, p. 121.