First Steps of Faith/Who Makes the First Move?/es
From Gospel Translations
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Mi familia y yo vivimos a veinte minutos del océano. Varias veces al año juntamos los baldes para la arena, las palas de plástico, la crema protectora, las papitas, los refrescos y seis pares de sandalias, y partimos rumbo a la playa.
A los chicos más pequeños les encanta jugar conmigo en las olas. Con papá, grande y valiente, pueden aventurarse en el agua más allá de lo que se atreverían a ir solos. (No se imaginan que papá, grande y valiente, es en realidad papá cobarde y miedoso cuando se trata de niños en el océano.)
Cierto día, mi pequeña Janelle y yo nos adentramos en el mar para enfrentar las olas incesantes que iban llegando. Habiendo hecho esto con ella muchas veces antes, no me sorprendió cuando empezó su ritual de gritarme—en el oído: “No, papi, volvamos. ¡¡¡Papi, estamos muy adentro!!! Ay, aquí viene una ola. Papi, es demasiado grande. ¡¡¡Tengo miedo!!! ¡¡No!! ¡¡NO!! ¡¡IIIIIC!!!... Wow, papi, ¡qué divertido! ¡Hagámoslo de nuevo!” Y lo hicimos, una y otra vez, con Janelle gritando histéricamente cada vez (y encantada de hacerlo).
Pero después de unos minutos, noté otra rutina en la conducta de mi hija. Justo antes de ser golpeados por una ola, Janelle, que en ese entonces tenía siete años y pesaba apenas 20 kilos frágiles, tironeaba de la muñeca y se soltaba, queriendo ser ella la que se aferraba de mí. Cada vez que volvía a tomarla de la muñeca, forcejeaba para asirse ella de mí. Pronto me di cuenta que tenía más fe en su habilidad de aferrarse a mí que en mi habilidad de retenerla a ella.
Ahora bien. Sucede que mido 1,88 metros de altura. Casi puedo rodear su cintura con mis largos y flacos dedos y, con más razón, su muñeca. Pero, ante el peligro, mi pequeña se sentía más segura aferrándose a mis dedos resbaladizos que dejando que su papi la sostuviera. Al pensar en esto, el Señor me hizo percibir algo: “Hijo, muchos de mis hijos se relacionan conmigo de la misma manera. Confían en su habilidad de aferrarse a mí en lugar de confiar en que yo los estoy sosteniendo.”
Jugar en las olas con Janelle fue para mí una ilustración de una verdad crucial. Como criaturas caídas, tendemos a pensar que somos responsables de asirnos de nuestro Padre celestial. Si hemos luchado exitosamente con las olas de tentaciones y de pruebas, nos sentimos en paz con Dios. Nuestra relación con Él parece segura. Pero cuando no cumplimos con las normas de Dios, podemos sentirnos distantes y aun separados de Él. La pregunta se resume a esto: ¿Quién se aferra a quién? ¿Nos tomamos de un Dios reacio que se aparta de nosotros disgustado el momento en que erramos? ¿O se aferra El a nosotros?
— Jerry Bridges
La noche cuando entregué mi vida a Cristo, supuse que yo era el que había dado el primer paso. Pensé que había extendido mi mano y tomado la mano de Dios. Como muchos creyentes nuevos, pensé que había “encontrado al Señor.” Ni se me ocurrió el hecho de que quizás Dios había extendido su mano y me había encontrado a mí.
No obstante, el estudio cuidadoso de la Biblia revela que Dios da el primer paso al atraer al ser humano hacia El. Envió a su Hijo Jesús para morir en la Cruz por tus pecados. Es su actividad llena de gracia en tu favor la que te condujo al punto de la salvación y es su mano la que te sostiene seguro ahora. Aunque tú respondiste a su iniciativa, aun esa respuesta fue posible por lo que El ya había hecho en tu vida. A Dios pertenece todo el mérito.
¿Quién se aferra a quién? Contestar esa pregunta es de importancia fundamental para tu nueva vida en Cristo. Puede significar la diferencia entre estar seguro en el amor de Dios o en esforzarte para que te acepte. Es por eso que estas primeras páginas de este libro explorarán los eventos que constituyen la base de tu conversión—Los ocho pasos de la salvación. Para cuando hayas terminado, espero que te animes a confiar en la mano de Dios quien te tiene asido fuertemente.
Contents |
No. 1: Escogido por Dios
El primer paso en tu salvación ocurrió muchísimos años antes de tu nacimiento:
Según nos escogió en Él antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él.
En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad. (Efesios 1:4-5)
Medita en esto un rato. Mucho antes de que fueras concebido, Dios miró a través del túnel del tiempo y vio tu vida. Te quiso antes de que tomaras tu primer aliento. “Y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos,” escribió David (Salmo 139:16). Antes de que nacieran tus abuelos—antes de crear a Adán y Eva—Dios vio el día cuando existirías y te escogió para ser su hijo.
¿Por qué te escogió Dios? No fue por lo que pudieras llegar a ser. No fue porque tus padres te presentaron ante el altar cuando eras un infante. No fue porque clamaras frenéticamente desde debajo de la basura de tu vida pecaminosa, ni fue tampoco una recompensa por algo que hiciste. De hecho, como acabamos de ver, Dios te escogió antes de que tú o alguien más influenciara su decisión de alguna manera. La Biblia dice que Dios “nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo—no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad...” (2 Timoteo 1:9).
— Anthony Hoekema
Sería lindo poder creer que nuestro propio discernimiento o sabiduría nos llevó a seguir a Cristo, pero sencillamente no es así. “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios” (Romanos 3:10-11). Por naturaleza, el corazón humano no busca a Dios ni se somete a Él. Al contrario. Aunque sea un poco difícil de aceptar, por favor comprende: tu anhelo por conocer a Dios y estar reconciliado con El no se originó en tu propio corazón. Se originó en Dios. El que te haya escogido a ti y te haya buscado, es una maravillosa evidencia que data de mucho antes de que
se te ocurriera buscarlo a Él.
En su misericordia infinita, Dios te escogió para sí mismo y puso en movimiento los eventos que te llevaron a tu conversión. Como dijo Jesús: “Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros” (Juan 15:16). Deja que tu mente disfrute la verdad de que antes que empezara el tiempo, el Dios soberano del universo en su gracia te escogió personalmente a ti como uno de sus hijos.
No. 2: Creado por Dios
Dios es el autor de la vida. Una y otra vez la Biblia nos dice que cada vida surge de Él. El famoso Job (del Antiguo Testamento) dijo, “Tus manos me formaron y me hicieron” (Job 10:8). El Apostol Pablo dijo, “Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él” (Colosenses 1:16). Probablemente el más conocido e íntimo relato del rol de Dios en la creación de la vida fué escrito por el Rey David en el Salmo 139:
Medita en Mateo 10:30. Aunque eres uno entre miles de millones de personas sobre la tierra, ¡Dios conoce cada cabello en tu cabeza!Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni un solo de ellos. (Salmo 139:13-16)
Dios decidió cuál célula del cuerpo de tu madre y cuál célula del cuerpo de tu padre unirían sus códigos genéticos peculiares para crear al ser singular que eres. Si hubieran sido otras doscélulas no hubieras resultado ser quien eres. Te parecerías a otro, pensarías como otro, sentirías como otro, serías otro. Tú eres tú por solo una razón: Dios te quiso hacer así.
Ninguna vida es un error, aun cuando las circunstancias que rodean su gestación parecen desastrosas. En cierta ocasión, una joven se desplomó en el pasillo del templo de su iglesia, llorando incontrolablemente. Sus lágrimas eran el resultado de años de duda, años de sentirse culpable. Su problema era que había formado su concepto de sí misma sobre la base de un hecho terrible: su madre había sido violentamente violada. Y, aunque le habían insistido que abortara, había tomado la difícil decisión de que la criatura dentro de ella viviría. Ahora esa hija necesitaba saber que no era un error. Necesitaba sentir la seguridad de que había una razón y un plan para su existencia.
He oído decir que no existen hijos ilegítimos, sólo progenitores ilegítimos. Existen aspectos del plan de Dios que son misteriosos. No obstante, podemos aferrarnos a la verdad de que Dios es digno de total confianza. Reina con su poder soberano. Y, sean cuales fueren las circunstancias que rodearon tu concepción, Dios estaba al mando, creándote para su beneplácito. Se hace cargo aun de la situación más devastadora y la redime para su gloria y para tu bien.
Sabiendo que Dios te creó debe darte una tremenda paz y seguridad, pero también humildad. Si hubieras meramente evolucionado de un mono o de un puñado de algas, tendrías la libertad de hacer lo que se te antojara en tu vida. Pero eres hechura de tu Creador.
Como dijo el profeta Isaías para ilustrar esta realidad, eres una vasija en las manos del Alfarero. Él tiene el derecho de modelar tu vida en la forma que mejor le parece. Y, en su misericordia, te ha formado para cumplir un propósito noble (Romanos 9:21).
No. 3: Nuestra condición
La mayoría de la gente malentiende su condición ante Dios. Admiten que son pecadores, pero sólo en un sentido relativo. Piensan en términos de pecados “grandes” y pecados “pequeños”. Si lo único que han hecho es hacer trampas en su declaración de impuestos o mentido a un supervisor, se consideran superiores a la persona que sale y comete un homicidio a sangre fría. O sea que creen que Dios está satisfecho con cualquiera que es básicamente una “buena persona”.
— A. W. Pink
Tal modo de pensar demuestra una gran ignorancia de la Palabra de Dios. No somos pecadores porque pecamos; la Biblia dice que pecamos porque somos pecadores. Nuestro estado pecaminoso es una condición heredada. En el instante que Adán y Eva desobedecieron a Dios, el pecado contaminó los genes humanos. Cada infante nacido sobre este planeta, con excepción de Jesucristo, viene equipado totalmente con una disposición retorcida y pecaminosa. La tiene desde el momento de su concepción. Toda nuestra conducta pecaminosa—la mentira, el odio, los celos, la ira, el orgullo, la lascivia, el egoísmo y el homicidio—se origina en esta condición que los teólogos llaman “pecado original.”
Lo siguiente es un diagnóstico bíblico de la condición humana:
Separados totalmente de Dios (Efesios 2:1-3; Colosenses 1:21; Romanos 6:23). Sencillamente no existe manera en que podamos hacernos aceptables al Dios santo y todopoderoso.
Muertos espiritualmente (Romanos 5:12; Efesios 2:1; Colosenses 2:13).
Hostiles hacia Dios (Romanos 5:10; Colosenses 1:21). Por naturaleza, todos nos rebelamos ante el Rey, Señor y Soberano de nuestra vida.
Cegados y esclavizados por Satanás (2 Corintios 4:3-4; 2 Timoteo 2:24-26).
Impotentes para derrotar el pecado (Romanos 1:28-32, 5:6; Juan 8:34).
Ineptos para comprender las cosas de Dios (Proverbios 14:12; Isaías 55:8, 9; 1 Corintios 2:14).
Incapaces de vivir una vida espiritualmente fructífera y significativa (Juan 15:4-6).4
Bastante sombrío, ¿no? La Biblia no categoriza los pecados como lo hacemos nosotros. No nos califica basándose en un promedio. Pone juntos a los que evaden los impuestos y a los asesinos y los llama pecadores. El que se considera “básicamente una buena persona” vive terriblemente engañado. Separados de Cristo, todos estamos muertos, perdidos, somos impotentes, impíos, indefensos, ciegos y estamos enemistados con Dios.
La evaluación de las Escrituras puede parecer deprimente, pero tiene la intención de liberarte. Cuando veas tu verdadera condición ante Dios, dejarás de hacer lo que hacía mi hija Janelle. Dejarás de tratar de aferrarte a Dios, y te darás cuenta de que dependes totalmente de que Él se aferra a ti. Tu única esperanza—¡y qué esperanza válida es!—descansa en la realidad de que Dios ideó una manera de librarte de tu condición perdida y pecaminosa. Veamos cuál es.
No. 4: Llamado por Dios
Siendo muchacho, cierto día vi al gato del vecino ser atropellado por un auto. Aunque no me gustan mucho los gatos (y este gato no era ninguna excepción), sentí tristeza cuando fue lanzado hacia los arbustos. Así que ayudé a mi vecino a buscarlo. “Minino, minino, minino,” llamé. Mientras tanto pensaba: Si el gato se me acerca después de que lo he tratado tan mal, sí que debe estar herido.
Cuando por fin lo encontramos, el pobre gato estaba tan muerto como Julio César. No importaba cuántas veces lo llamáramos, nada podía devolverle la vida. Podía haberme pasado la semana gritando: “Minino, minino, minino” sin recibir respuesta del aplanado felino.
Antes de aceptar a Jesucristo como tu Salvador, estabas espiritualmente en el mismo estado que el gato de mi vecino: muerto, incapaz de responder. No lo tomes personalmente. La Biblia dice lo mismo de todos los que todavía no se han convertido: “vosotros que estaban muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo” (Efesios 2:1-2). Tu espíritu no estaba simplemente en coma o inconsciente. No estaba enfermizo o aletargado. Estaba muerto. Aunque Dios te había escogido y creado, tu condición pecaminosa te separaba de Él.
La historia hubiera terminado allí, a no ser por la misericordia de Dios. ¿Sabes lo que hizo? “Estando muertos en pecados...(Dios) os dio vida juntamente con él (Cristo)” (Colosenses 2:13 Versión Reina-Valera, 1960). ¿Por qué? “Por causa del gran amor con que nos amó... (por gracia habéis sido salvos)”(Efesios 2:4-5). ¿Habías hecho algo para merecer esto? “Él nos salvó,no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,sino conforme a su misericordia” (Tito 3:5).
— Wayne Grudem
Cierto día, en el tiempo oportuno y perfecto, Dios tocó el centro frío, muerto de tu ser espiritual y le dio vida. Naciste de nuevo. (Los teólogos llaman regeneración a este evento. Es una palabra importante— la encontrarás muchas veces en este libro.) El nuevo nacimiento es el milagro más grande que jamás recibirás. Cuando estabas todavía muerto espiritualmente, incapacitado para responder a Dios y esperando el juicio de tus pecados, Dios te llamó a sí mismo por medio del mensaje del evangelio, y ese llamado produjo vida, fe y arrepentimiento. (¡Algo que mi “minino, minino, minino” nunca hubiera logrado!) El llamado vivificador de Dios, que algunos llaman su llamado efectivo o válido, es “ese acto misterioso divino y humanamente inexplicable de Dios por medio del Espíritu Santo, que nos lleva a una comunión viva con Jesucristo, nuestro Señor.”6
manera como Dios te llamó a sí mismo?
❏ Alguien te habló de Jesús
❏ Hiciste manifestación de fe en un culto
de la iglesia
❏ Dios te habló por medio de la Biblia u
otro libro
❏ Pasaste por una garita telefónica y oíste
que sonaba el teléfono
❏ Otra ___________________________
Los gatos muertos no aparecen arrastrándose de los arbustos cuando los llamas. Pero cuando el llamado de Dios penetró tu alma muerta, tenía el poder regenerador que da vida. Has pasado de muerte a vida, no por tu propio esfuerzo, sino por medio de la obra milagrosa, misericordiosa de Dios.
No. 5: Cómo colaboras con Dios
De los miles de millones de infantes que han nacido, ni uno puede adjudicarse el mérito de su propia concepción. De la misma manera, ningún creyente puede adjudicarse la responsabilidad de su propia regeneración. Sólo Dios pudo dar vida a tu espíritu muerto. Pero una vez que él realizó esa obra milagrosa, tenías que colaborar con Él por medio de tu conversión.
El teólogo Wayne Grudem define la conversión como “nuestra respuesta voluntaria al llamado del evangelio, por la cual nos arrepentimos sinceramente de los pecados y depositamos nuestra fe en Cristo para salvación.”7 Una conversión auténtica incluye dos respuestas: fe y arrepentimiento. Consideremos estas dos respuestas separadamente.
La fe requiere creer lo que la Palabra de Dios dice sobre tu pecado y el sacrificio de Jesús. Por fe admites que tu condición es imposible, que eres incapaz de complacer a Dios y que tus pecados han provocado su ira divina. Pero la fe también te capacita para aceptar la muerte de Cristo en la Cruz como el pago total, final y gratuito por tu pecado. La fe es algo fascinante. Es tanto una dádiva de Dios (Efesios 2:8), como un acto de tu voluntad redimida. En otras palabras, Dios te da la fe, pero tú eres responsable de ponerla en práctica. Cuando te regeneró, Dios abrió tu corazón y plantó la semilla de la fe por medio de la cual confías en Jesús como la única esperanza de Dios para la humanidad pecadora.
La fe sola es una respuesta insuficiente; también tiene que haber arrepentimiento para que haya conversión. Arrepentimiento simplemente significa cambio. Empieza con un cambio en tu concepto de Dios. Él ha de ser ahora tu Señor, el soberano de tu vida. El arrepentimiento también incluye un cambio en tu concepto del pecado. En lugar de hacer cualquier cosa que te hace sentir bien, ahora pasas tus acciones por el filtro de la Palabra de Dios para ver si alcanzan sus expectativas. Por último, el arrepentimiento requiere un cambio del concepto de ti mismo.Antes te exaltabas a ti mismo y vivías para tu propia satisfacción; ahora das tu vida para complacer al que te creó, murió por ti y te llama a obedecerle.
— J. I. Packer
El bautismo en agua debe ser uno de tus primeros actos de obediencia como nuevo seguidor de Cristo (Mateo 28:19). Ser bautizado públicamente en agua es un testimonio valiente a todos los que le observan que dos cambios han ocurrido en tu vida: primero, que Dios, en su misericordia, te ha regenerado y, segundo, que te has apartado conscientemente de tu antigua manera de vivir. Es “un símbolo del comienzo de la vida cristiana,” escribe Wayne Grudem.9 Pero por favor ten en cuenta que el bautismo no es lo que te salva; has sido salvado por la obra de sacrificio de Jesús. El bautismo por agua tampoco té quita tu naturaleza pecaminosa ni te regenera el alma. Más bien, el bautismo es una señal de tu alianza con Jesús, una declaración de que has sido unido con Cristo en su muerte y resurrección. Jesús lo ordenó, la iglesia primitiva dio el ejemplo y tú te beneficiarás muchísimo con él. Si no has sido bautizado en agua, pregúntale a tu pastor cómo puedes ser partícipe de ese poderoso evento.
La fe en Cristo y el sometimiento a Cristo por arrepentimiento— éstas son las respuestas apropiadas a la iniciativa misericordiosa de Dios a tu favor. No son meramente banderas plantadas en el suelo de tu corazón para conmemorar algo que sucedió una sola vez. En cambio, son dos columnas mellizas que sostienen tu nueva vida cristiana. Has de vivir cada día colaborando con Dios mediante el cultivo de hábitos de fe y continuo arrepentimiento.
No. 6: En Cristo
Como si la regeneración y conversión no expresaran adecuadamente las riquezas de su gracia, Dios ha hecho algo más. A ver si puedes descubrirlo al leer este pasaje:
¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos para la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
Medita en Colosenses 2:9-10.¿Existen áreas en tu vida en que te sientes incompleto o insuficiente? ¡Deja que estos dos versículos corrijan tu perspectiva!Porque si hemos sido unidos a Él en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección, sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Él, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado—porque el que ha muerto, ha sido liberado del pecado. (Romanos 6:3-7)
Dios te ha escogido, creado, llamado de tu condición pecaminosa y capacitado para colaborar en su obra por medio. del arrepentimiento y la fe. Además, te ha unido con su Hijo, Jesucristo. Ahora puedes decir, como el apóstol Pablo: Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí. La vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)
Jesucristo—el que ha triunfado sobre el pecado y la muerte— vive ahora en ti. Y, como lo afirma claramente Romanos 6, esto tiene enormes implicaciones para tu vida espiritual. En Cristo, tu manera antigua, pecaminosa de vivir fue crucificada y has sido resucitado con Él a una nueva vida. No tienes que preocuparte más de las cosas que hiciste en el pasado. Has sido liberado de la esclavitud del pecado (versículo 6). Has recibido una nueva naturaleza que te capacita para vencer el pecado. En Cristo, estás muerto al pecado y vivo para Dios (versículo 11). Tu Padre celestial ya no te ve en los harapos de tu propia rebelión pecaminosa. En cambio, te ve “en Cristo”. Tu identidad ahora se deriva de tu unión viviente con el Hijo de Dios.
“No hemos sido eliminados en esta unión,” escribe Robin Boisvert, “sino que Cristo ha sido agregado... No se nos ha dado una guía para encontrar nuestro camino al cielo. En cambio, se nos ha dado un Guía que nos llevará allí personalmente.”10
— Anthony Hoekema
¿Por qué se deleita Dios en estar contigo durante tus momentos devocionales diarios? Porque estás en Cristo. ¿Por qué te perdona cuando pecas? Porque estás en Cristo. ¿Por qué nunca te dejará ni te abandonará? ¿Por qué ha tomado la responsabilidad de guiarte en su buena y perfecta voluntad? ¿Por qué te bendice con toda bendición espiritual? ¿Por qué puedes descansar seguro en su amor? ¡Por la iniciativa que ha tomado de unirte para siempre con su Hijo perfecto, Jesucristo!
No. 7: Purificados por Dios
Si estuviera leyendo por primera vez lo que dijo Pablo en
Romanos 6, me podría imaginar la respuesta que daría en ese caso: “¿Libre de pecado? ¿Yo? Recuérdamelo la próxima vez que mi jefe me grite injustamente o que esté atrapado en el tráfico. No soy tan perfecto, ¿sabes?”
Cuan cierto. Aunque nuestra unión con Jesús nos da el poder para vencer el pecado, todavía seguimos empantanados en bastante barro. Por eso es tan importante que comprendamos la realidad de que, en su gracia, Dios perdona:
Y aunque vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en las malas obras, sin embargo, ahora Él os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él. (Colosenses 1:21-22)
Uno de los primeros versículos bíblicos que memoricé como nuevo creyente fue 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.” Por su muerte en la Cruz, Jesús compró nuestro perdón. Pagó el precio de todos tus pecados—del pasado, del presente y del futuro. Ten confianza en tu Dios misericordioso que dice: “Yo, yo soy, el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo, y no recordaré tus pecados” (Isaías 43:25).
Además de ser perdonado, has sido justificado por Dios. Ésta es una palabra muy importante, así que concéntrate en ella por un rato. Justificación significa que Dios te ha declarado justo, como si nunca hubieras pecado. Ha desechado todos tus expedientes antiguos. Ha cancelado tu deuda. Por más increíble que parezca (y totalmente inmerecido), ahora El te ve de la misma manera que ve a su Hijo.
Por medio de la justificación, Dios te ha imputado la justicia perfecta e inmaculada de Jesucristo. ¿Cómo puede hacerlo? ¿Por qué te considera justo aunque tus acciones todavía “están manchadas de pecado”? Por una sola razón—porque estás en Cristo.
No. 8: Cambiado por Dios
Antes de empezar este libro, ¿sabías cuánto Dios había hecho en ti y por ti? ¡Has sido totalmente transformado! Antes estabas muerto en pecado y condenado a una destrucción eterna. Ahora estás vivo en Cristo y estás destinado a pasar la eternidad en la gloriosa presencia de Dios. Esto no es una insignificancia, como lo explica la Biblia: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; y aquí son hechas, nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo” (2 Corintios 5:17-18).11 Medita en Colosenses 1:13-14. Dios te ha librado del calabozo de Satanás y ha transferido tu ciudadanía al reino de su Hijo. ¿Se te ocurre un cambio mayor (y mejor) que ese?
La mayoría de los creyentes se contentan con saber que Dios les ha quitado sus pecados. Pero ésa es apenas la mitad de las buenas nuevas. No sólo se ha quitado algo—sino que ¡también ha sido agregado algo! Porque ahora estás unido a Cristo, su naturaleza divina está en ti.
Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdader conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. (2 Pedro 1:3-4)
¡Eso sí que es un CAMBIO!
— Jerry Bridges
Ya que hemos cubierto tantos temas en este primer estudio, concluyamos con un breve repaso. Antes de que Dios creara al mundo, te escogió para que fueras su hijo. Se involucró íntimamente en crearte según su propio plan singular. Pero tu condición te separó de Dios; estabas muerto en pecado, sin poder salvarte a ti mismo y ni siquiera buscar a Dios. Luego, en un acto de misericordia infinita e inmerecida, Dios te llamó a sí mismo por medio del evangelio y te dio vida espiritual a través de la regeneración. Tú respondiste a su llamado por medio de la conversión cuando depositaste tu confianza en Cristo (fe) y empezaste una vida sometida a la obediencia (arrepentimiento). Ahora estás en Cristo, unido a Él para siempre. Dios te ha justificado y purificado de la mancha del pecado. Y debido a la obra de Dios en ti, has sido dramáticamente cambiado. ¡Eres una nueva creación! En el pasado estabas muerto espiritualmente; ahora estás espiritualmente vivo. En el pasado eras enemigo de Dios; ahora Él te ha hecho su amigo. En el pasado eras incapaz de complacer a Dios; ahora su divino poder obra en ti, ayudándote a triunfar sobre el pecado. ¡A cada paso Dios ha tomado la iniciativa para lograr tu salvación! Recuérdalo la próxima vez que peques. Recuérdalo cuando los embates de la vida te golpeen con fuerza destructora. Recuérdalo y ten paz, sabiendo que tu Creador y Salvador te tiene eternamente en su mano. �
¿Qué cosa haces realmente bien? ¿Qué cosa te sería
imposible hacer aun si tu vida dependiera de ella?
2. ¿Qué motivó a Dios elegirte?
3. ¿Estarías dispuesto a compartir su respuesta a la Pregunta 2
de la página 5?
4. ¿Te sorprende la descripción bíblica de la condición
humana? ¿Te ofende?
5. ¿Qué sucedió para darte vida espiritual?
6. Describe dos maneras en que la iniciativa de Dios requiere
tu colaboración. (Páginas 8-9)
7. ¿Puedes pensar en qué maneras cambiaría tu vida si te
“unieras” a un multimillonario?
8. ¿Qué ve Dios cuando ve tus pecados? (Página 10-11)
9. ¿Quién puede asir la mano con mayor fuerza—tú o Dios?
This Great Salvation by C.J. Mahaney and Robin Boisvert
(Gaithersburg, MD: People of Destiny International, 1992)
How Can I Be Sure I’m a Christian? by Donald Whitney
(Colorado Springs, CO: NavPress, 1994)
Chosen by God by R.C. Sproul (Wheaton, IL: Tyndale
House Publishers, 1986)
The Christian Life: A Doctrinal Introduction by Sinclair
Ferguson (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1989)
Escogidos Por Dios por R. C. Sproul
(Disponible por Editorial Unilit)
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