All of Grace/Why Are We Saved by Faith?/es
From Gospel Translations
¿Por qué?
¿Por qué es la fe el medio escogido para la salvación? Sin duda surge esta pregunta con frecuencia. “Por gracia sois salvos por medio de la fe” es por cierto una de las doctrinas de las Sagradas Escrituras y el plan de Dios; pero ¿por qué es así? ¿Por qué escogió la fe y no más bien la esperanza, el amor o la paciencia? Nos conviene responder a esta pregunta con humildad, porque los caminos de Dios no son siempre comprensibles, ni nos permite él ponerlos, arrogantemente, en telas de juicio.
Usado como recibidor
Quisiéramos responder humildemente que Dios ha elegido la fe como medio de la gracia, porque en la fe hay una capacidad natural para ser usado como recibidor. Supongamos que voy a dar una limosna a un pobre. La pongo en sus manos, ¿por qué? Sería impropio ponerla en sus oídos, o en sus pies. La mano parece haber sido hecha con el propósito de recibir. Del mismo modo, la fe fue creada a propósito para recibir: es la mano del alma y es acertado recibir la gracia por medio de ella.
Quiero decir esto con mucha claridad. La fe que recibe a Cristo es una acción tan sencilla como cuando tu hijo recibe de ti una manzana, porque tú se la ofreces y prometes dársela si la toma. En este caso, la fe y el recibir se refieren a una manzana, pero constituyen precisamente la misma acción relacionada con la salvación eterna. Lo que es la mano del niño en relación con la manzana, es tu fe en relación con la salvación perfecta de Cristo. La mano del niño no hace la manzana, ni la mejora, ni la merece, sólo la acepta. Y la fe fue elegida por Dios para ser la recibidora de la salvación, porque no pretende crear la salvación, ni ayudar a mejorarla, sino que se contenta con recibirla humildemente. “La fe es la lengua que pide perdón, la mano que la recibe, el ojo que la ve, pero no es el precio que la compra.” La fe nunca hace su propia defensa, sino que apoya todo su argumento en la sangre de Cristo. Ella viene ser la buena criada que trae las riquezas del Señor Jesús al alma, pues reconoce de quién las recibió y reconoce que únicamente la gracia se las confió.