Israel, Palestine, and the Middle East/es

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Romanos 11:25-32

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis sabios en vuestra propia opinión: que a Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 26 y así, todo Israel será salvo; tal como está escrito: El Libertador vendrá de Sion; apartará la impiedad de Jacob. 27 Y este es mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. 28 En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección de Dios, son amados por causa de los padres; 29 porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables. 30 Pues así como vosotros en otro tiempo fuisteis desobedientes a Dios, pero ahora se os ha mostrado misericordia por razón de la desobediencia de ellos, 31 así también ahora éstos han sido desobedientes, para que por la misericordia mostrada a vosotros, también a ellos ahora les sea mostrada misericordia. 32 Porque Dios ha encerrado a todos en desobediencia para mostrar misericordia a todos.

Hoy me gustaría poner la atención en el tema de la relación de Israel con la Tierra Prometida en el Medio Oriente. Ante todo, este no es un mensaje expositivo de Romanos 11, sino un intento por determinar la influencia que tiene Romanos 11 y el resto de las Escrituras en algo que causa vejación en el mundo de hoy: La existencia de Israel en el Medio Oriente y la expansión de sus fronteras y su soberanía que son, tal vez, los factores más candentes en el terrorismo mundial y los factores más volátiles en las relaciones árabe-oriente.

Las raíces árabes y las raíces judías en esta tierra se remontan a miles de años atrás. Ambos reclaman la tierra no simplemente por la presencia histórica, sino también por el derecho divino. No me detendré a detallar un minucioso plan de paz. Intentaré detallar algunas verdades bíblicas que pudieran guiarnos a pensar en paz y justicia en aquella parte del mundo. Lo que pensamos, creemos y decimos de esta problemática importa, dado que los políticos están influenciados por sus electores en estas situaciones de alto contenido religioso. Y necesitamos saber como orar. Y necesitamos saber como hablar a otros de tal manera que honremos la verdad. De modo que por todas estas razones, y principalmente porque Dios está involucrado en todo este conflicto, debemos debatirlo en el contexto de Romanos 11.

Lo que hemos visto en Romanos 11 es que Israel como un todo, es decir, como un pueblo corporativo y étnico, resistiendo generación tras generación, tiene una raíz en el pacto de las promesas hechas a Abraham y a sus descendientes. Versículo 16b: “Y si la raíz es santa, también lo son las ramas”. Interpretemos esa idea a la luz de Romanos 28: “En cuanto al evangelio, son enemigos [Israel] por causa de vosotros [los gentiles]; pero en cuanto a la elección de Dios, son amados por causa de los padres”. Aquí los “padres” corresponden a la raíz en el versículo 16. De manera que las promesas a los padres implican que algún día el árbol completo, con sus ramas será salvo.

Algún día, porque el versículo 28 dice: por ahora “son enemigos”. Versículo 28a: “En cuanto al evangelio, son enemigos [Israel] por causa de vosotros”. En otras palabras, están rechazando el Mesías y por tanto se están poniendo en contra de Dios. Jesús le dijo esto a Israel en Juan 8:42: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais”. Jesús es la evidencia definitiva de si alguna religión es o no adoración al verdadero Dios. Pero Israel no ama a Jesús como el hijo de Dios y como su Mesías. De modo que son, por ahora, “enemigos de Dios”.

De manera que cuando el versículo 16 dice: “y si la raíz es santa, también lo son las ramas”, entendemos que dice: «Si Dios escogió los padres, Abraham, Isaac y Jacob, para él mismo, los apartó y les dio las promesas del pacto, entonces algún día (después de que este tiempo presente de enemistad y endurecimiento termine) los descendientes de Israel se volverán a Dios a través de Cristo, se apartarán para Dios, serán santificados. La incredulidad y la impiedad serán echadas de Israel para siempre (v.26).

De manera que ahora preguntamos: ¿es la así llamada «Tierra Prometida» parte de la herencia y la salvación que recibirá Israel? Y si es así, ¿qué nos dice esto acerca del derecho actual de Israel sobre la Tierra?

A fin de desarrollar la respuesta a esta pregunta me gustaría defender siete verdades que están basadas en las Escrituras.

1. Dios escogió a Israel de entre todos los pueblos del mundo para que fuese su propia posesión.

Deuteronomio 7:6: “El Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra”.

2. La tierra fue parte de la herencia que Dios le prometió a Abraham y a sus descendientes para siempre.

Génesis 15:18: “En aquel día el Señor hizo un pacto con Abraham, diciendo: A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates”

Luego, en Génesis 17:7-8 Dios le dice a Abraham: “Y estableceré mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas sus generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti. 8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua; y yo seré su Dios”.

Luego Dios confirmó la promesa a Jacob, el nieto de Abraham, en Génesis 28:13: “Y he aquí, el Señor estaba sobre ella, y dijo: Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en la que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia”. Y cuando Jacob estaba muriendo llamó a José y le dijo (en Génesis 48:3): “El Dios Todopoderoso se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán; me bendijo, 4 y me dijo: “He aquí, yo te haré fecundo y te multiplicaré; y haré de ti multitud de pueblos y daré esta tierra a tu descendencia después de ti en posesión perpetua.”

Esto, por supuesto, crea una gran división entre la forma islámica de ver el pacto de Dios y la forma judeocristiana de ver el pacto de Dios. Pero creemos que esta es la Palabra de Dios, confirmada por el Señor Jesús, y por tanto decimos que: «La tierra está destinada a ser tierra de Israel».

Pero no es tan sencillo. Este no es un asunto para ser tratado con brevedad.

3. Las promesas hechas a Abraham, incluyendo la promesa de la tierra, serán heredadas como un regalo eterno solo mediante el Israel verdadero y espiritual, no a través del Israel desobediente e incrédulo.

Este era el objetivo de Romanos 9. Cuando Pablo se lamentaba por la pérdida de tantos judíos que estaban rechazando a Cristo y estaban pereciendo, dijo en los versículos 6-7: “Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; 7 ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que por Isaac será llamada tu descendencia”. En otras palabras, las promesas no pueden ser reclamadas por alguien simplemente porque sea judío. El origen étnico judío tiene un lugar en el plan de Dios, pero no es suficiente para darlo por seguro. Ser judío no califica a una persona para ser heredero de la promesa a Abraham y a su descendencia. Romanos 9:8 lo dice claramente: “No son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes”. Nacer judío no hace a alguien heredero de la promesa, ni de la promesa de la tierra ni de ninguna otra promesa.

Esto estaba claro en el Antiguo Testamento, y también fueron claras las enseñanzas de Jesús (las que veremos como la verdad #4). Por ejemplo, en la terrible lista de maldiciones que Dios prometió traer sobre su pueblo si rompían su pacto y lo abandonaba completamente estaba esta: “Y sucederá que tal como el Señor se deleitaba en vosotros para prosperaros y multiplicaros, así el Señor se deleitará en vosotros para haceros perecer y destruiros; y seréis arrancados de la tierra en la cual entráis para poseerla”. Durante toda la historia de Israel, el quebrantamiento del pacto de Dios, la desobediencia y la idolatría privaron a Israel de ese derecho divino a la tierra. (Véase también Daniel 9:4-7; Salmos 78:54-61).

Tenga cuidado de no llegar a la conclusión de que las naciones gentiles (como los árabes) tienen derecho a molestar a Israel. Los juicios de Dios sobre Israel no aprueban que los humanos cometan actos inapropiados en contra de Israel. Israel aún tiene derechos humanos entre las naciones incluso cuando pierde el derecho presente y divino sobre la tierra. Recuerde que las naciones que se mofaron por la disciplina divina fueron castigadas por Dios (Isaías 10:5-13; Joel 3:2).

Entonces la promesa a Abraham de que sus descendientes heredarían la tierra no significa que todos los judíos heredarían esa promesa. Llegaré finalmente al verdadero Israel, el Israel que guarda el pacto y obedece a su Dios.

4. Jesucristo ha venido al mundo como el Mesías judío, y su propio pueblo le rechazó y rompió el pacto con su Dios.

Cuando Jesús le preguntó a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17 Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:16-17). Y cuando el sumo sacerdote le preguntó a Jesús: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? 62 Jesús dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo” (Marcos 14:61-62).

Pero aún cuando Jesús era el Mesías e hizo muchas obras poderosas, enseñó con gran autoridad y cumplió las promesas del Antiguo Testamento, el pueblo de Israel, en general, lo rechazó. Este fue el quebrantamiento del pacto y la desobediencia más grave que Israel haya cometido jamás en toda su historia.

Por esto Jesús les dijo la parábola de los labradores que mataron al hijo del hacendado cuando vino a buscar su cosecha, y terminó esta parábola con estas palabras a Israel en Mateo 21:43: “Por eso os digo que el reino de Dios os será quitado y será dado a una nación que produzca sus frutos”. Y por eso dijo en Mateo 8: 11-12, después de haber visto la fe del centurión gentil y la incredulidad de Israel: “Y os digo que vendrán muchos [gentiles] del oriente y del occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”.

Israel ha roto el pacto con su Dios y en la actualidad está viviendo en desobediencia e incredulidad al Hijo de Dios y a su Mesías. Por eso Pablo dice en Romanos 11:28: “En cuanto al evangelio [las buenas nuevas del Mesías], son enemigos por causa de vosotros”.

5. Por tanto, puede que hoy el estado secular de Israel no reclame el derecho divino a la tierra, pero ellos y nosotros debiéramos buscar un acuerdo pacífico que no esté basado en los actuales derechos divinos, sino en los principios internacionales de justicia, misericordia y factibilidad.

Esta es la consecuencia de todo lo que hemos dicho hasta ahora, y la implicación que tiene para aquellos de nosotros que creemos en la Biblia y confiamos en Cristo como nuestro Salvador y como el Señor de la historia, es que no debiéramos dar una aprobación ciega a las acciones judías o palestinas. Debiéramos aprobarlas o denunciarlas de acuerdo con los patrones bíblicos de justicia y misericordia entre las naciones. Debiéramos exhortar a nuestros representantes a buscar un acuerdo justo que considere las reclamaciones históricas y sociales de ambos pueblos. No debiéramos influenciar los juicios de la justicia por un reclamo divino de la tierra. Si usted piensa así, sería útil a los representantes de ustedes saberlo.

No estamos exonerando de culpa ni al terrorismo ni a la fuerza judía. De mi parte, no intento evaluar las medidas de la culpa o la equivalencia moral. Esa no es mi meta. Mi meta es poner el debate en un soporte equilibrado en este sentido: ninguno de los dos bandos debiera atribuirse los reclamos de justicia internacionales mediante los derechos divinos presentes. Formularse como será esa justicia es aun una tarea enorme y desalentadora. No he resuelto ese problema. Pero creo que progresaríamos más si no nos inclinamos al reclamo de una de las dos partes de ser étnica o nacionalmente aprobados por Dios en el presente conflicto.

6. Por la fe en Jesucristo, el Mesías judío, los gentiles vinieron a ser herederos de la promesa hecha a Abraham, incluyendo la promesa de la tierra.

En las palabras de Romanos 11:17: “Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ellas de la rica savia de la raíz del olivo”, es decir, quienes comparten la fe de Abraham llegan a ser parte del pueblo del pacto redimido. La razón, tal y como Pablo plantea en Romanos 4:13: es que “la promesa a Abraham o a su descendencia de que él sería heredero del mundo, no fue hecha por medio de la ley, sino por medio de la justicia de la fe”. De manera que todos los que están unidos a Cristo, son la descendencia de Abraham, por fe, son parte del pacto hecho a Abraham y a su descendencia.

Este es el planteamiento más intenso de esta verdad, Efesios 2:12: “Recordad que en ese tiempo estabais separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo ... 19 Así pues, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios.”

Por tanto, los judíos que creen en Jesús y los gentiles que creen en Jesús heredarán la tierra. Y la forma más fácil de percibirlo es comprendiendo que heredaremos el mundo, lo que incluye la tierra. Los judíos cristianos y los gentiles cristianos no argumentarán con sutilezas acerca del estado real de la tierra prometida porque los nuevos cielos y la nueva tierra serán nuestros. 1ra a los Corintios 3:21-23: “Así que nadie se jacte en los hombres, porque todo es vuestro: 22 ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es vuestro, 23 y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios”. Todos los seguidores de Cristo, heredarán el mundo, incluyendo la tierra.

7. Finalmente, la herencia del pueblo de Cristo tendrá lugar en la segunda venida de Cristo para establecer su Reino, no antes; y hasta entonces, los cristianos no debemos tomar las armas para reclamar nuestra herencia; más bien, debemos afirmar nuestras vidas para compartir nuestra herencia con tantos como podamos.

Recuerde esa palabra de gran significado que Jesús le dijo a Pilato en Juan 18:36: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí”. Los cristianos no toman la espada para hacer progresar el reino de Cristo. Esperamos por un Rey del cielo quien nos enviará por su gran poder. Y en ese día grandioso los judíos y los gentiles que atesoraron a Cristo recibirán esa promesa. Habrá un gran revés: los postreros serán primeros, y los humildes (que estén en comunión con el Cordero de Dios) heredarán la tierra.

Por tanto, venga al Cristo humilde y modesto mientras haya tiempo, y reciba el perdón de sus pecados y la esperanza de gloria.

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